Lo que soy, lo que fui, lo que pude ser. Lo que seré, lo que
podré ser. Yo y todas mis circunstancias. Mis logros y mis fracasos. Y sobre
todo, mis sueños e ilusiones. Ha llegado el momento de guardar algunos en un
cajón, no por innecesarios, sino por insuficientes. No, no ha nacido una sola lágrima, nada ha muerto
en el alma ni han arrancado esa rosa. Es el momento de dejar que coja las
riendas el de arriba, ese del que me
había olvidado hace tanto tiempo y que tantos favores me había hecho. El que me
avisaba de cada obstáculo en el camino, incluso de los repetidos, para que no
vuelva a caer; el que veía más allá del camino de baldosas amarillas que tanto
me ha engañado; el que se daba cuenta antes que nadie de todas las pantomimas
con las que jugaba; el que transformaba un cuplé desternillante en el pasodoble
más triste o serio que había podido escuchar.
Te he echado de menos, y mucho, y siento haberte dejado de
lado todo este tiempo. Últimamente me he
dejado guiar por tu antítesis, por ese verbo de la misma conjugación, el que
nunca quise pronunciar, y he dejado en el cajón el tuyo. Dejé de aprender de
mis recuerdos para llenarlos de epidemia y sufrir. A ver quién es el listo que me cambia a mí
ahora un día de verano por uno de invierno. Lo sé, me lo dijiste, y no debía
haberme atrevido a hacerlo, pero sabes que lo necesitaba, tenía que intentarlo
al menos una vez para saber qué era, si es verdad eso que todos dicen que
estaba haciendo mal. Pero yo sigo siendo yo y mis circunstancias, y se
equivocaron. Y también me equivoqué yo, transformé las mentiras e verdades de
tanto decírmelas a mí mismo, y te olvidé.
Pero aquí estoy otra vez, en el suelo, a punto de hacer lo
que mejor se me da, levantarme de nuevo, y me he acordado de ti. De los
consejos que me dabas, de lo precavido que eras, de las ideas que me dabas,
esas estrategias que solo nosotros entendíamos, esas formas de justificar todos
mis actos en una sola frase sin que nadie pudiera cuestionarme. Contigo me gané
aquella fama hace tantos años, la que hemos lastrado hasta hace bastante poco,
a veces echo de menos aquellos tiempos, en los que en mi cabeza no rondaba el
esconderme, el tener cuidado, en los que mi alma era la que era, la de un
simple chaval de 16 libre y sin preocupaciones. Ahora esto me satura.
He decidido que esta vez no voy a levantarme, que necesito
empatizar con todo aquello que olvidé, que tengo que dejar aquí en el suelo
todas las verdades que yo mismo he creado y volver a la realidad, a mi
realidad. Porque esconderme, ser otro, vivir a base de impulsos, eso no
funciona. He aprendido una lección muy importante. No puedo forzarme a nada, no
puedo intentar aquello que va contra mi naturaleza, contra mi forma de ser,
tengo que abrir los ojos y darme cuenta de que por mucha rabia que me dé, no
puedo odiar a ese verbo de la primera conjugación. Me ha hecho sentirme libre,
¿sabes? Pero tal vez, y solo tal vez, demasiado libre como para ser verdad. No
puedo maltratarlo, maniatarlo y guardarlo en el cajón, pero tampoco puedo dejar
que conjugue a sus anchas por todas las esquinas de mi cuerpo.
Me he quedado otra vez con lo puesto, y tengo por entendido
que me voy a volver loco, que esto desespera. Necios. Este ha sido siempre mi
día a día y no puedo hacer nada mejor que vivirlo. Es caerse y después
levantarse, pero no inmediatamente. Ahora quiero reflexionar, qué hice bien,
qué hice mal, qué debería haber hecho, qué no debería haberme ni tan si quiera
planteado, qué me ha hecho tanto daño. Son demasiadas preguntas como para andar
con ellas a cuesta. Tengo que resolver todas esas dudas antes de volver a
ponerme en marcha en este camino de locos que nos montamos tú y yo hace tanto
tiempo. Y quiero que vuelvas, porque sin ti todo ha sido un error, sin ti no he
sido yo, me he dejado llevar demasiado y se me ha ido de las manos, yo no puedo
con esto si estoy solo.
Quiero volver a cantar a ese compás, quiero volver a pasear
por esa playa, quiero volver a empezar. Dicen que rectificar es de sabios, pero
tú y yo sabemos que lo nuestro nunca fue retractarnos de nuestros miles de
errores y defectos, lo nuestro siempre fue aprender de ellos. Tú sabes, echarle
genio.
Al fin y al cabo, es
Ley de Vida.
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