Nacimos para aguantar
lo que el cuerpo sostiene, aguantamos lo que vino y aguantamos lo que viene.
Las guerras han devastado continentes, naciones, ciudades, personas, vidas
llevadas bajo un casco y detrás del arma. Pero el desamor hace una herida peor
que la bala.
No dudo de la capacidad
del Kaiser, y mucho menos de la del Zar; tampoco de la de Hitler o Churchill,
pero la mayor de las batallas se lleva a cabo en el corazón de un hombre cuando
se pierde en su vida. El corazón es el órgano central, el esencia, el que
manda, el que controla todo, el que bombea, el que siente y el que da vida pero
a veces puede quitarla.
Un corazón maltratado y
con estrías se arriesga a pisar a la muerte en cada uno de sus bailes y por eso
quiero de dejar de bailar tangos de amor con ella. Un corazón pequeño, de
piedra, de hielo e incluso inexistente he oído llamar, pero sin duda son
aquellos que no conocen los que tienen menos reparo en hablar. Palabras como
balas y frases como cañones, simplemente se han basado en los juicios del
pasado para hacérmelo pagar en el presente, pero no existe mayor castigo que el
que me impongo yo a mí mismo.
Jamás se me ha ocurrido
pedir la Luna en ninguno de mis viajes, tampoco creo que nadie tenga derecho a
pedírmela. Pero ha llegado el momento en el que soy yo mismo el que me pido la
Luna, el que quiere lograr de una vez esa meta inalcanzable que mis dedos han
llegado a rozar varias veces pero con el fracaso como resultado. Alguien con
quien poder contar, alguien con quien despertar, hablar, compartir experiencias
y encontrar ese maldito punto intermedio que tanto me cuesta encontrar.
No quiero blanco o
negro, quiero gris. Solo una persona capaz de entender a otra es capaz de
hacerla feliz solo con una simple sonrisa, un simple gesto e incluso sin
querer, pero por mucho que dos personas intenten entenderse, arriesgar puede
significar perder, perder y volver a perder; y después de aguantar tantas
derrotas, es mejor realzar el vuelo y salir del descenso.
Puede que no sea una
forma de pensar o de sentir justa pero es la manera de ser feliz de una persona
la que verdaderamente determinará el contagio de su sonrisa. No debe sonreír
uno, sino los dos; no debe disfrutar uno, sino los dos y mucho menos puede amar
uno, sino los dos.
Y si esto no se puede
llamar justicia, me declaro culpable.