domingo, 22 de noviembre de 2020

Este maldito virus

 

Hace tanto tiempo que no escribo que no sé ni por dónde empezar.

Se nos ha echado encima una pandemia de las peores que ha habido, a la que seguimos combatiendo desde las casas hasta los hospitales, desde las tiendas hasta los bares, en fin, en todos lados menos en el Congreso de los Diputados (toma pareado).

Esta enfermedad y todo lo que ha conllevado, creo que ha conseguido sacar el mayor reflejo de nuestra sociedad, es decir, lo peor y lo mejor de ella.

Me he dado cuenta de que, aunque no lo muestre tanto, echo de menos mi casa más de lo que pensaba. Esta pandemia nos ha robado demasiado tiempo y demasiadas vidas, tanto las que se han ido como las que se han quedado, y eso hay que apreciarlo en todo momento.

Me he dado cuenta de que me hace mucha falta a veces discutir con mamá, o charlar con la abuela, comer los domingos con mi tía, visitar a todos en el pueblo y ponernos al día, y por supuesto, las cervecitas con mi hermano que no falten.

Me he dado cuenta de que las coca colas de medio día con Ale valen más de lo que pago, que los paseos interminables con Kike son grandes lecciones, que las discusiones de política con Alberto siempre acaban en un partido en El Templo, de que el Whisky está mejor con Diego que con Coca Cola, de que con Carmen siempre te tienes que reír y aprender, de que el Carnaval y las charlas con Bea hacen mucha falta, y de que no hay sitio mejor donde pasar una tarde que en el patio de Toni.

Me he dado cuenta de que echaba de menos a algunas personas que creía desaparecidas, y también de que aquellas que no han vuelto es mejor que se queden donde están. Hay huellas, amistades y experiencias que por mucho que pasen los años no se pueden borrar, y siempre es agradable volvérselas a encontrar.

Me he dado cuenta de que no quiero ni puedo pasar un día sin esa persona tan especial, que me ha dado una nueva familia en Toledo, y nunca tendré tiempo para agradecerles todo lo que han hecho por mí.

Me he dado cuenta de que los besos y los abrazos, a los que a veces soy tan reacio, son muy necesarios en el día a día, y si no, preguntadle a Elisa, que de eso controla perfectamente.

Me he dado cuenta de que un piso para uno solo es la leche, pero tiene más sentido tener a Rupert dando voces por aquí, compartir el día, opiniones, impresiones, ver la tele, jugar a la play, y todo lo que se nos ocurra.

Me he dado cuenta de que sí se puede tener el corazón dividido, entre Madrid, Badajoz, Torremayor, Granada, Barcelona, Jaén, Sevilla, Almería, La Puebla de Montalbán, Marbella, y mil sitios más.

Me he dado cuenta de que estamos gobernados por inútiles que el único favor que hacen es darnos un tema de conversación, porque desde luego, no nos hacen ningún bien.

Me he dado cuenta de que me estoy desapegando mucho del fútbol, de mi Madrid, ¿quién lo diría? Y aunque ya sabéis que tengo localizado al culpable de poco pelo, por lo menos me sirve para hablar con mis amigos.

Me he dado cuenta de que siempre será mejor una llamada que un mensaje, porque cuando más teníamos que hacerlo, nos hemos llamado por WhatsApp, o por Skype, porque leer siempre será mejor para los libros y no para las personas.

Me he dado cuenta de que mi forma de pensar sigue cambiando según pasa el tiempo, de que somos un país con muchas virtudes y demasiados defectos, de que necesitamos cambiar profundamente en todo, pero, desgraciadamente, también me he dado cuenta de que nunca nos pondremos de acuerdo.

Me he dado cuenta de que me gusta mucho más el Derecho de lo que pensaba, de que me he vuelto un friki total, y que me encanta que me pregunten dudas para ver si con cualquier cosa les puedo ayudar.

Pero hay una cosa de la que no me ha hecho falta darme cuenta porque ya lo sabía. Y es de que cada vez te echo más de menos, papá. Creo que todos los que te conocimos nos hemos acordado de ti en esta pandemia porque te hubiera dado algo con esta situación, y más sabiendo que yo estaba fuera, que era algo que no podías controlar, que la familia estábamos cada uno en una casa, tus hermanas, tus sobrinos, todos, y no hubieses parado de llamar a todos a diario.

Esta pandemia nos ha cambiado un poco a todos, y, sobre todo, el mundo que nos rodea. Hemos pasado de aplaudir a dar caceroladas, de tener miedo a salir y a volver a tener miedo otra vez, de hablar, a gritar; de atender en clase a estar pegados al ordenador; de escribir a llamar; de besar y abrazar, a dar el codo o simplemente saludar.




Este maldito bicho ha conseguido sacar lo mejor y lo peor de nosotros. Cada uno decidirá con qué se queda.

domingo, 10 de mayo de 2020

Sempiterno


Hoy va por ti. Te lo debía.

Hace poco se han cumplido dos años desde que me ayudaste a vencer uno de mis grandes miedos. Y llevo ya dos años y unos cuantos días aprendiendo de ti.

Es difícil plasmar en palabras tanto sentimiento junto, puedo llegar a bloquearme escribiendo porque las ideas se amontonan en la puerta y al final, no cabe ninguna. Tu perdón y tu paciencia infinita me han enseñado que se puede querer más allá de muchas fronteras, y que se puede enseñar a alguien a convivir consigo mismo.

Nunca todo ha sido un cuento de hadas o como lo pintan en las películas, no podemos quejarnos de haber vivido en la constante realidad que nosotros hemos creado a base de aciertos y errores, eso sí, siempre juntos.

A veces pienso que tengo que darte las gracias, otras que tengo que hacerte un poema, otras, que pedirte perdón, y a veces me quedo pensando en qué pensar, para acabar por no hacerlo. No sé en qué tono leerás esto, ni sé en qué tono me acabará saliendo, pero sí quiero reflejar una cosa en cada letra de cada sílaba de cada palabra.

Que te quiero.

Me has enseñado a ser constante en cosas que ni si quiera había empezado a hacer, me has defendido de más de un monstruo de esos que se esconden en el armario, me has enseñado a quererme a mí mismo, a saber apreciar lo que tengo y a aclarar mis pensamientos cuando no me soporto ni yo, y todo ello a pesar de haberme equivocado tanto y tantas veces. Puede que no te hayas dado cuenta de que me has enseñado todo eso, o que no te lo parezca a veces, pero es que no ha hecho falta una clase con pizarra y pupitres, aunque la puedas ejercer. Solo ha hecho falta vivir el día a día, los planes y los no planes, las discusiones y los arreglos, las miradas y los besos, las cosas que a veces no se pueden contar; esas son las mejores lecciones que me has enseñado.

Una vez alguien me dijo que lo único que podemos hacer con el tiempo que tenemos son dos cosas, dos elecciones: la primera, es decidir qué hacer con él; y la segunda, con quién compartirlo. Hace tiempo que decidimos hacerlo juntos, y no puedo estar más orgulloso de donde hemos llegado, a pesar de que el camino no ha sido perfecto.

Mi elección eres tú, y no porque me obligue, porque quede bonito escribirlo, o porque tenga una deuda contigo. Mi elección eres tú por hacerme sentir tan afortunado cada día por tenerte a mi lado, por hacerme temblar, reír, llorar, y todos los verbos de la primera conjugación que puedas imaginar. Mi elección es ser feliz, es mi realidad, es pensar que, por supuesto que hay más mundo fuera de nosotros, por supuesto que está lleno de gente, de experiencias, de fracaso y de victorias, pero yo elijo vivir todas y cada una de ellas contigo.

Eres paz, tranquilidad, nervios, tormenta, incluso tormento, alegría, tristeza, altibajos. Eres un invierno frío a la vez que un largo verano, un contraste inédito, una verdadera montaña rusa. Así que, si me dejas, quiero comprarme otro ticket, mínimo por otros dos años más.


Te quiero.