Hoy va por ti. Te lo debía.
Hace poco se han cumplido dos
años desde que me ayudaste a vencer uno de mis grandes miedos. Y llevo ya dos
años y unos cuantos días aprendiendo de ti.
Es difícil plasmar en palabras
tanto sentimiento junto, puedo llegar a bloquearme escribiendo porque las ideas
se amontonan en la puerta y al final, no cabe ninguna. Tu perdón y tu paciencia
infinita me han enseñado que se puede querer más allá de muchas fronteras, y
que se puede enseñar a alguien a convivir consigo mismo.
Nunca todo ha sido un cuento de
hadas o como lo pintan en las películas, no podemos quejarnos de haber vivido
en la constante realidad que nosotros hemos creado a base de aciertos y
errores, eso sí, siempre juntos.
A veces pienso que tengo que
darte las gracias, otras que tengo que hacerte un poema, otras, que pedirte
perdón, y a veces me quedo pensando en qué pensar, para acabar por no hacerlo. No
sé en qué tono leerás esto, ni sé en qué tono me acabará saliendo, pero sí
quiero reflejar una cosa en cada letra de cada sílaba de cada palabra.
Que te quiero.
Me has enseñado a ser constante
en cosas que ni si quiera había empezado a hacer, me has defendido de más de un
monstruo de esos que se esconden en el armario, me has enseñado a quererme a mí
mismo, a saber apreciar lo que tengo y a aclarar mis pensamientos cuando no me
soporto ni yo, y todo ello a pesar de haberme equivocado tanto y tantas veces.
Puede que no te hayas dado cuenta de que me has enseñado todo eso, o que no te
lo parezca a veces, pero es que no ha hecho falta una clase con pizarra y pupitres,
aunque la puedas ejercer. Solo ha hecho falta vivir el día a día, los planes y los
no planes, las discusiones y los arreglos, las miradas y los besos, las cosas
que a veces no se pueden contar; esas son las mejores lecciones que me has
enseñado.
Una vez alguien me dijo que lo
único que podemos hacer con el tiempo que tenemos son dos cosas, dos elecciones:
la primera, es decidir qué hacer con él; y la segunda, con quién compartirlo.
Hace tiempo que decidimos hacerlo juntos, y no puedo estar más orgulloso de
donde hemos llegado, a pesar de que el camino no ha sido perfecto.
Mi elección eres tú, y no porque
me obligue, porque quede bonito escribirlo, o porque tenga una deuda contigo. Mi
elección eres tú por hacerme sentir tan afortunado cada día por tenerte a mi
lado, por hacerme temblar, reír, llorar, y todos los verbos de la primera
conjugación que puedas imaginar. Mi elección es ser feliz, es mi realidad, es
pensar que, por supuesto que hay más mundo fuera de nosotros, por supuesto que
está lleno de gente, de experiencias, de fracaso y de victorias, pero yo elijo
vivir todas y cada una de ellas contigo.
Eres paz, tranquilidad, nervios,
tormenta, incluso tormento, alegría, tristeza, altibajos. Eres un invierno frío
a la vez que un largo verano, un contraste inédito, una verdadera montaña rusa.
Así que, si me dejas, quiero comprarme otro ticket, mínimo por otros dos años
más.
Te quiero.