¡Ay, camaleón!
De nuevo por otros lares. Un cambio tan esperado como inesperado. De esas veces
que una multitud de cosas se agolpan en la puerta de la memoria pero nunca hay sitio para todas, solo para
las más selectas. ¿Lo será? El día sigue muriendo en el mar, con el Sol, la
magia vuelve a salpicar mi habitación cuando cae la oscuridad y las manillas del
reloj, petrificadas, tienen miedo de avanzar. Este barco vuelve a zarpar.
Una nueva
aventura, otra travesía, vivencia, aventura, como la quieras llamar, pero es
otra, otra de las muchas que ocuparán páginas, ¿qué digo? ¡Capítulos! De esta historia interminable. Fue caer el
antifaz, y en esas milésimas de segundo que no pude ver, estabas ante mí, ahí,
quieto, inmóvil, y todos sus sinónimos. Mirándome, esperando una reacción,
esperando que un peón que avance hasta tu reina, como el poniente cuando espera
al levante. Pero no sé qué hacer, nunca cambian las viejas costumbres, y me he
perdido. ¿Dónde? En tu imagen, tus cambios, en tus achaques y
en tu edad, en tus curvas y tus rectas, tus aristas y tus vértices, me he
vuelto a perder.
Fuiste el
monstruo de todos mis armarios, y cuando salí de él, llegó este laberinto.
Fuimos amigos, años ha, en otras condiciones y circunstancias, pero uno tenía
que cambiar, uno tenía que afrontar la realidad, y fui yo, me tocó a mí, y
desde entonces, sigo sin encontrarme. No a mí mismo, tú me entiendes. No te
considero mi enemigo, aunque a veces te empeñas en ganártelo, pero tampoco
puedo considerarte mi amigo, me has dado todo y me has quitado más todavía. Cayó la tinta del poeta. Esto a veces se hace
insostenible. Son esas miradas, repentinas, fugaces, intensas, de las que
hablan, de las que dicen más de lo que quieres decir; también son constantes,
prolongadas, hasta yo la sostengo simplemente para cruzarme con la tuya y
sentirte otra vez. Y todas son correspondidas.
Pero esta
vez he visto mundo, esta vez es diferente, al principio me contenté con salir
de ese habitáculo de cuatro vallas, pero ahora… He cruzado el mar, sí, el barco
zarpó. Y me he perdido en ti como tantas veces me pasa. Ya no sé si te vi ayer,
si era tu sombra o tu olor, o es que ya no recuerdo como eras porque hace
demasiado que no te veo.
A lo mejor
es que este juego es demasiado, o tal vez llevemos poco tiempo jugando. ¿Hay
partido? “La excepción de todas mis reglas” no tienes más remedio que serlo, no
puedes descolocar mi mundo cada vez que entras en mi casa, no puedes quebrar mi
mirada cada vez que oigo tu nombre por la calle, no puedo parar de escuchar tus
susurros cada vez que veo tu sombra, ni puedo parar de oler tu perfume cada vez que
nos rozamos. Y creo que se me han olvidado cuales eran los sentidos.
Eso es
camaleón, yo cambié, a mejor, para ser yo mismo, para buscar lo que me hace
feliz, lo que de verdad busco en mí, en ti, y en cualquier lugar; pero tú,
camaleón, no paras de cambiar, tus colores son mi pura definición, un día rubio
y otro moreno, ojos azules u ojos verdes, marrones son demasiado simples, perfil
alto o bajo, todo es por tu culpa, pero a la vez, todo es gracias a ti. Tú eres mi laberinto,
tú eres el sentido que no hay en mis palabras, en mis pensamientos y en mis actos,
tú eres la única clave; eres tú quien me ha vuelto loco. Es a ti a quien debo
seguir buscando sea donde sea, por cada esquina de este desdichado mundo que el
hombre ha echado a perder, no me queda otra, marcas mi rumbo y diriges mi
corazón.
Déjame ser tu capitán, niño de aire.