lunes, 21 de noviembre de 2016

Il ritorno

Vuelven a resonar los tambores, vuelve a temblar el suelo, llueve, truena. Pasas otra página del libro infinito que es la vida. Esta vez el reloj no para y los Invencibles desfilan por mi corazón. Se acabaron los chatarra,  se acabó el cargar la batería cada vez que se agota por sus achaques de vieja máquina, máquina curtida en las mil batallas de siempre. Cansado pero incansable. Del sur y del norte. La vida comienza a sonar al tipo de un tambor.  Empieza a latir otra vez pero no como antes, no como las mil veces que aquejado debía levantarse para intentar solucionar ese binomio que le llevaba de vuelta a la realidad una y otra vez. Esta vez es diferente, esta vez suena a compás, suena a febrero, suena a máscara de paja  y montones de heno. Empieza con un tres, y como la cuenta, sigue con un cuatro, tic tac, tic tac, el reloj que mete siempre la presión.

Zarpa el barco con la figura de siempre al frente. Otras mil tormentas esperan al atormentado que vive de la mar y de nuevo toca quitarse la Guayabera para poder trabajar. Se acabaron las vacaciones al sol, se acabaron las quejas de siempre, la fortuna y el tiempo se han encargado de romper todas las cadenas que me ataban a este sitio. Un hombre cobarde no conquista a una mujer bonita.

Son tambores de guerra, de tormenta, es ese olor a mar añejo, húmedo, que cala los huesos cuando anochece, ese frío estremecedor que hace temblar todas las tablas del barco, de babor a estribor.  Es el norte sin ley que se fusiona con el sur de las canciones. Un viento de hace años me ha soplado en la carita, y el camaleón ha desaparecido. Se ha acabado el cuento de verdad y el genio ha sido liberado, ahora toca convertir las miserias en benditos Carnavales. Toca transformar los recuerdos en mera experiencia y recurrir la sentencia del tribunal de la memoria. Toca ser legión de nuevo a la llamada de ese compás, disfrazarse para sanar el dolor, sacarle los colores a esta vida que no es vida,  que suenen las guitarras, que tiren p’arriba los segunda, esto empieza a funcionar.

Salí del letargo, abrí los ojos, crucé el desierto, se fueron los espejismos y apareció la dolorosa realidad, una realidad a modo de obstáculo con la que ya lidié hace demasiado tiempo, este libro tiene muchos capítulos como para terminarse ya. El cobarde se vuelve valiente, el rey se convierte en bufón, y la justicia la canta la gente, la Luna se deja querer y me vuelve a robar el corazón.

Otro amanecer, confundido entre llamas, otra locura de texto y una pluma descontrolada. El fausto fuego despierta mi alma, aquí de Juanillo hace cuatro meses quemándome a fuego vivo, me quemaste contigo, prendió todo mi ser para volver a ser lo que fue antes, ardiendo todos los retales del escudo de mi corazón, borrando todos los recuerdos desdichados de una vida llena de guerra, de esa guerra interna que en todos suele durar un tiempo limitado y parecía que no iba a terminar nunca dentro de mí. Un acuerdo de paz para unir fuerzas, para unir todo lo que antes provocaba esta desgracia en la que vivía y buscar el horizonte siempre deseado.

El destino deseado y alcanzado por todos los que me rodean, cada uno a su bendita manera por llamarla de alguna manera, a la suya, a su estilo, según su ser, su alma, sus sentimientos, su forma de vivir la vida y de cambiar todo lo posible para poder caer en las zarpas de los animales que les arrastran a su cueva para no salir. Pero no, no todo es así, ya era hora de darse cuenta, hay caricias, hay risas, sonrisas, odio, reconciliación, y todo ello cantado sobre las tablas sagradas, al ritmo de los nudillos, con alas y a mi estilo. Un destino bien claro otra vez…




La segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el amanecer.