Dicen que la locura un día tuvo otro nombre, que un día,
hace mucho tiempo, fue persona. Una persona de carne y hueso como el que lee y
el que escribe; nada de divinidades encerradas en templos de adoración, nada de
catedrales o iglesias, una persona que respiraba y sangraba como todas. Pero
así sería su historia que acabó por hacerla desaparecer.
Dicen que sus ojos brillaban más que el Sol al mediodía y
que sus pupilas eran más oscuras que una noche sin Luna. Dicen que era tan
enigmática que ni Einstein con ayuda de Pitágoras y Tales fueron capaces de
resolver su enigma. Decía ella misma que no le gustaban las teorías, que la
vida era la práctica de la forma de ser, que los números no daban la felicidad.
Dicen que muchos intentaron representarla; Miguel Ángel,
Bernini, Cánova…además de Goya, Velázquez y Dalí…Pero uno se rindió, otro no
acabó y el último quiso representar su amor por ella pero se lo robó Napoleón…uno
se fue a Burdeos, otro se quedó en Palacio y el último empezó a pensar como un
verdadero sabio que se volvió loco por la pintura, un artista.
Otros intentaron conquistarla pero ni los poemas de Cyrano,
ni las triquiñuelas de Don Juan Tenorio consiguieron atraparla. Otros más
intentaron impresionarla pero ni Adolf ni Benito lo consiguieron, ni mucho menos
Iosif.
Nadie sabía nada de ella, su procedencia, sus gustos, pero
sí sus cualidades, que todos pudieron sufrir justo después de creer que las podían
disfrutar. No se trataba de un estado de
la mente, de una anomalía de comportamiento o de la mayor sarta de mentiras
contada por la medicina; se trata de una forma de ser, una forma de vivir, una
visión del mundo diferente, que se sale de la fila, que entra por la ventana y
sale por la chimenea, la ruptura de las estadísticas, el enemigo de la
monotonía, pero siempre con su historia.
Tal fue la ira que la impresión del resto provocó, que
decidió desaparecer, dejar de inspirar a músicos, pintores… ¡A los artistas!
Dejar de crear obras, edificios, palabras, dejar de existir, dejar de vivir
abajo para vivir arriba. Vivir donde le dejen estar viva, donde se sienta
cómoda, donde es más lista.
Vive y vivirá en las mentes de aquellas personas que rompan
los esquemas, las filas y los teoremas; en los corazones de esas personas que
no escriban tonterías, sandeces o pretendan ser burdos poetas, de aquellas que
no llenen de adjetivos sus palabras, que no engañen con ellas, que no se llenen
la mente de falacias como de vídeos las hemerotecas. De aquellos que sientan y
sepan sentir, aquellos que vivan y sepan vivir, aquellos que decidan y sepan
decidir.
Vivirá en los locos, nada más que decir.