domingo, 7 de septiembre de 2014

The Enemy

En la taberna de la locura, donde la mejor bebida es un chupito de cordura o un tiro en la cabeza después de una partida a los dardos.  Allí donde todas las caras son conocidas a la vez que diferentes cada noche, el lugar menos indicado para el anonimato. Donde crecen las judías hasta las casas de los gigantes, donde el auriga deja descansar al caballo negro, donde Garfio tiene las dos manos, donde Javert coge a Val Jean, donde todos nos reunimos para hacer un pequeño sueño realidad. Allí donde el tabernero es Stromboli, la cantante Maléfica y la bailarina, el Rey Juan.

Todas las mesas ocupadas con todos aquellos fracasados en su intento de imponer sus ideas, ya sean perversas o no, pero siempre beneficiosas para su causa, su personalidad y pocas veces para su tripulación. Mesas compartidas, compartidas por aquellos que intentan buscar una solución a sus problemas detrás de las jarras y los cigarros, donde por un momento el alcohol les hace pensar que han ganado y que ni si quiera están allí.

Llega, Madame Mim, llega Ratigan, llega Gastón, llegan todos. Todos comiendo, fumando y bebiendo, y eso siempre, hablando y riendo como locos que son. Juntos, unidos por sus causas aunque la de cada uno les importe menos que la vida de la persona con la que comparten mesa.
Solo una mesa está sola, ella y su ocupante. Solo, triste, alicaído, lúgubre, como el museo. La soledad a veces, es por desgracia y otras por casualidad. Firmes defensores de la personalidad, aquellos que adulamos a esa persona que defiende su burbuja y respeta las otras, aquellos que marcan los pasos de sus ideales pero que nunca los imponen, aquellos que defienden su bien ante el de todos, déspotas ilustrados. Puede ser que respetar el resto de burbujas sea la verdadera magia.


El ocupante de esa mesa no tiene un nombre concreto, no tiene un objetivo propio, e incluso a veces carece de personalidad; simplemente llega el primero y se va el último, sin articular palabra, jarra tras jarra con un simple chasquido de dedos. Pero es él el que elige esa mesa, es el que solo ve enemigos en todas partes. La oscura esquina solo está habitada por su oscuro habitante, aquel que no permite que se le dirijan, ni con educación ni sin ella, aquel que solo ve daño en los demás, agujas que pinchan su burbuja, enemigos a babor y a estribor, aquel que está solo pero un día, cuenta alguna leyenda que chapurrean los juglares que estuvo acompañado. Dicen que conoció mundo y mujeres, amigos y amigas, el sexo y las drogas y todo demasiado rápido; dicen que disfrutó al máximo de todo para centrarse en una sola cosa, mientras las demás desaparecían como el vaho en una mañana de invierno cuando empieza a calentar el Sol. Ahora, después de todo, nadie le habla, nadie le mira, nadie le conoce ni quiere conocerlo, pero tal vez y solo tal vez, algún día se dé cuenta de que de todos aquellos por los que está rodeado, de todos aquellos de los que sospecha, esos que ríen y disfrutan, de todos ellos; su peor enemigo…





...Sea él mismo...

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Colores en el viento

No se puede agradar a todo el mundo si el objetivo primero es agradarse a uno mismo. Los camaleones pueden cambiar de color, su piel, pero no pueden cambiar lo que llevan dentro, sus órganos, su esencia…  Se puede cambiar de ambiente, de bebida, de libro que leer, de novio o mujer, pero cambiar a uno mismo es algo que cuesta, tiempo y ganas, y, como ya dijo Churchill en tiempos difíciles, sangre, sudor y lágrimas.

Una persona, una experiencia o un mísero segundo pueden ser el motivo por el que una persona decida cambiar, pero eso no significa que lo vaya a hacer. Pero o antes o después, siempre llega el momento en el que una persona, después de haber sido juzgada por aquellos que saben y por aquellos que no saben, junto a aquellos a los que les es indiferente, llega ese momento en el que hay que juzgarse a uno mismo.

Nadie determina la felicidad que una persona más que uno mismo, nadie conoce mejor sus limitaciones más que uno mismo y nadie tiene más determinación o seguridad en su persona que uno mismo y es por eso que para poder agradar a los demás, hay que agradarse a uno mismo primero. Se predica con el ejemplo y alguien que no es feliz, no puede llenar en otro el vacío que vive en él mismo.

Se puede ir de un lado para otro, se puede querer a una persona o a otra pero no se puede vivir en constante cambio. No se puede tener solo amigos en esta vida o en este mundo, por desgracia, claro está. Sea como sea una persona no va a ser del gusto de todos, todo está demasiado polarizado e incluso los tonos intermedios de la escala de la personalidad son demasiados contrarios como para complementarse completamente.


Hay que mantener cerca a los amigos pero aún más a los enemigos; ese dicho está bien y es inteligente y consecuente con lo que pueda pasar con cada uno, pero agradar a un enemigo para mantenerlo cerca conlleva a traicionarse a ti mismo, y por ello los camaleones acaban peor consigo mismos que lo que pueden llegar a pensar cuando cambian de color. 


Siempre es mejor ser blanco o negro que el arco iris.