Aquel día decidió cambiar el cuento, decidió que repetir la
historia primero ha de hacerse y después escribirla. Tras vestirse con sus
mejores galones, bajó al salón de baile, como estaba previsto, bellas mujeres y
doncellas le esperaban, todas a él, pero él solo la esperaba a ella, a la única
que había llamado su atención y allí estaba. Un vestido largo, que le tapaba
incluso los pies, esos zapatitos de cristal tan bonitos que llevaba. Bailaron,
bailaron y bailaron toda la noche, pero volvieron a dar las doce, volvió a
olvidarse del beso y a salir corriendo escaleras abajo y él se cansó,
definitivamente se cansó; miró el zapato de cristal y por primera vez, después
de todo el cuento, subió sin ni si quiera mirarlo, olvidándose de él, pero con
la imagen en la memoria, no en la de la cabeza sino en la que más duele, en la
del corazón. Cómo un personaje decidió reescribir el cuento, cómo los policías decidieron
saquear la ciudad, cómo el reino comenzó a rebelarse en contra de su rey y cómo
las lágrimas del príncipe inundaban la habitación real. Todo se estaba
torciendo y claro está, el mundo, el cuento estaba cambiando, su autor, años
después volvió a abrir su libro, añadir una serie de páginas y continuar la
historia desdichando al personaje que la había cambiado. Llegado el momento, el
rey se pronunció:
- - Hijo, me parece tan absurda tu decisión…
- - Padre, no empieces tú.
- - ¡El reino está perdido, y todo es por tu culpa,
porque no has querido continuar la historia!
- - Es mi historia, así que yo puedo hacer lo que
quiera.
- - Contéstame… ¿estás enamorado de esa muchacha?
- - Sí…
- - Entonces, ¿a qué ha venido tanta tontería?
- - Estoy harto de enamorarme, no quiero, estoy
harto de vivir siempre la misma historia, de esta maldita rutina.
- - ¿Qué rutina?
- - Esta, vivir este cuento una y otra vez cada vez
que a alguien se le ocurre la maldita idea de abrirlo.
- - Esta es tu vida, este es tu cuento y si eres así
es porque desde el primer día que pluma, tinta y papel se fundieron en uno,
decidiste ser así, tu eres el que ha elegido vivir esto una y otra vez, tú y
solo tú eres preso de tu pasado, eres tu historia, tú mismo has considerado ser
feliz con esa vida, como todos hemos decidido la vida que tenemos. ¡Nadie se
harta de ser feliz!
- - Pero padre…
- - No me vengas con sandeces, ¿quisiste o no
quisiste enamorarte?
- - Yo no controlo eso.
- - Precisamente por eso, porque no lo controlaste
la primera vez, porque tuviste la suerte de no tropezar, porque tu historia fue
bonita desde el principio, por eso debería ser un placer vivirla eternamente.
- - Lo es.
- - Entonces…
- - Solo quería saber qué ocurriría si llevase la
contraria a mis sentimientos.
- - Hijo, ellos mandan, ni tú ni yo, solo ellos
mandan en la gran memoria del corazón.
- - Cierto…
- - Y como sabía que ocurriría, toma, el zapato, ya
puedes salir a buscarla.