- - Mira hoy qué somos, y mira qué fuimos.
- - ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
- - Podría darte mil y una razones de por qué hemos
llegado hasta aquí…
- - Dámelas.
- - Ya ¿qué más da?
- - Quiero saberlas.
- - ¿Para qué? Ya he perdido la fe en que esto vaya
a cambiar. O mejor dicho, volver a cambiar.
- - No entiendo qué quieres decir.
- - Es una historia de la que hemos hablado tanto y
tantas veces para al final llegar a este punto, que no me gustaría volver a
repetirla.
- - Pues yo creo que no me he enterado…
- - O no te has querido enterar.
- - Habla claro.
- - Te has caído.
- - ¿De dónde?
- - De ese pequeño pedestal en el que siempre te he
tenido. De ese Olimpo en el que siempre has reinado. Simplemente te has caído,
y no te culpo, yo soy el primero que defiende que hay que ser egoísta en muchas
ocasiones, y priorizar ser feliz, que es como realmente podemos ayudar a los demás a ser feliz. Y creo que es lo que tú estás haciendo, simplemente, a lo
mejor yo no me lo esperaba así.
- - Sigo sin entenderlo del todo.
- - Pues no será por no haber hablado claro. Todos
sabemos lo que ha pasado, todos sabemos cómo todo ardió en llamas. Todos
seguimos un camino que tú marcaste, para que al final todo ardiese.
- - Yo no pretendía ver todo arder.
- - Ya no me lo creo. Lo siento pero no me lo creo.
He defendido tu ceguera hasta el fin del mundo, me he partido la cara por
defender tus teorías más veces de las que tú crees y sabes. Pero ya lo sabes,
no hay peor ciego que el que no quiere ver. Aunque a lo mejor lo has hecho tan
bien que nos has engañado.
- - Pero…
- - Ya he dejado de creer. No en las hadas…en ti. O
en tu cuento de hadas, depende de cómo quieras mirarlo. No me creo que las
circunstancias sean las que te han llevado hasta aquí, tampoco me creo que te
hayas quedado quieto para ver todo pasar a tu alrededor, sin actuar, acurrucado
en una esquina llorando desconsolado. No me lo creo ni me lo quiero creer
porque los hechos han demostrado que no me lo puedo creer.
- - Yo siempre he hecho lo que más feliz me ha
hecho.
- - Entonces no me cuentes más historias. Ya has
demostrado lo que te hace feliz. Había y hay muchas teorías de todo esto,
muchísimas, y no sé cuál creerme.
- - ¿Muchas?
- - Sí, bastantes. Y todas nos llevan aquí y ahora.
Pero la única en la que he dejado de creer es en la tuya.
- - Siempre he sido sincero contigo y no voy a dejar
de serlo. Sabes perfectamente cuál es mi situación ahora mismo y sabes que no
puedo hacer más.
- - ¡Ves! Eso es. ¿Cómo que no puedes hacer más? ¿te
han atado de pies y manos?
- - No.
- - Claro que no, es que has llegado aquí tú solito,
haciendo cosas y tomando decisiones. Ahora mismo eres las consecuencias de
todas esas cosas; has sido y ahora estás siendo. Y no hay más. Y como eres eso
y no otra cosa, no puedo aceptar ese discurso, no puedo aceptar tu papel de
víctima. Tú mismo has decidido actuar así, antes y después de todo, y como tú
mismo lo has decidido, tú mismo eres el que está aquí hablando conmigo. Has
podido actuar de mil maneras pero has elegido la tuya, la que a ti te hace más
feliz, y aunque opine que lo podrías haber hecho bastante, por no decir
extremadamente mejor de lo que lo has hecho, lo respeto, todas y cada una de
tus decisiones, pasadas, presentes y futuras. Pero todo ha estado, está y
estará en tu mano, y tú mismo te has retratado. Al igual que tú seguirás
tomando una serie de decisiones que hacen que esta decisión sea un completo
agravio, todas las consecuencias llegarán poco a poco, y he aquí la primera.
En ese momento, bebió el último
sorbo de la que podía ser su última copa, se levantó y abandonó la sala; cerró
la puerta para quién sabe si volverla a abrir o no.