Anoche tuve un sueño, amor, soñé que me dejabas, qué
tontería, menuda tontería. Y amor, me desperté con esa sensación del morirme de
pena si un día te perdiera. Anoche tuve un sueño, amor, para olvidar quien está
clavado en mi pensamiento y es que sin ti no vivo, y es que sin ti me muero.
Amor, quítame el miedo porque esta noche me duele el alma, que he sentido
quebrarse los centros de mi corazón, que me han dicho al oído que el tercer
invierno el amor se apaga y yo llevo buscándote una vida entera y me niego a
que te apagues sin mí.
La vida es un tango y quiero que lo bailes conmigo, mi deseo
prohibido, mi flor de primavera. La vida es un sueño y yo quiero soñar que te
beso en los labios una y otra vez. Que estas letras nunca son fáciles de
escribir, que me tiemblan las manos y me duelen los pies, de tanto andar y
seguir el camino, de tanto buscar sin llegar a encontrar, y es que por más que
sigo buscando al amor de mi vida no voy a encontrar un corazón que me iguale ni
una risa tan grande como tú me puedas dar, por más que sigo buscando un amor
que en la tierra me llene de rosas, de cantos y arena y de todas las cosas que
vienen de más…
Nunca voy a encontrar en 100 vidas que viva un regalo de
Dios con su misma estatura ni una luz que me alumbre con más claridad. Por más
que quiero encontrar, sé que jamás hallaré nunca ojos que al abrirse de par en
par, me claven más rayos de Luna. Por
más que he buscado yo en mi vida un amor por el camino, solo he encontrado
decepciones y no las caso conmigo,
porque de todas me olvido cuando me acuerdo de ti, tan solo si pudiera
hacerlo una vez.
Simplemente necesito arriesgarme a querer, aprender ese
verbo de la primera conjugación, ese que siempre me trae de cabeza, el que me
cuesta pronunciar y ni pensarlo practicar.
No me gusta que me pidan la Luna si yo no la he pedido nunca, tampoco, por mi lógica, puedo pedir una oportunidad
si yo no lo he dado nunca. Y ante eso no
puedo poner ningún “pero”.
Siempre depende todo de uno mismo, y tampoco será por
intentos, pero por un salto más al precipicio, no hay por qué preocuparse.
Al fin y al cabo, siempre se disfruta hasta que llega la
caída.