miércoles, 25 de mayo de 2016

Navigating madness

Un beso tiene un castigo que solo tienen los besos, y en la condena un suspiro que va contigo buscando más besos. Besos que encienden al más roto corazón y del silencio hacen el arte de vivir. Por eso, solo puedo echarte las culpas a ti, tú que provocas en mí, el lado más perverso. Porque ya no encuentro solución en esta boca mortal. Fue desde el día en que te borré del mapa, en el que sentí como te escapabas y navegabas a la deriva. Justo el día en que volví a caer, sin saber si podría levantarme de nuevo, el día que saqué la botella de siempre, la que escondía en el baúl (de los recuerdos), y el ron volvió a balancearse, pero solo era yo el que navegaba en él.

Porque desde aquella noche primera, fuiste el viento que soplaba mis velas. Nunca sabré si nos presentó un ángel o un demonio, solo sé que fuiste la luz primera. Ya me advirtieron, tarde, que no eras de fiar, que nadie puede enamorarse de un camaleón, que tienes un veneno que yo que sé y que qué sé yo. Y ahora, al desfile, otra vez cansado, después de días y noches en mi habitación con una copa a la derecha y un cigarro a la izquierda intentando con todas mis fuerzas solucionar ese binomio de vuelta a la realidad que tanto me descoloca. Ese tango que bailamos una y mil veces.  Yo que fui capitán, yo que fui emperador, genio, y tantas cosas más y ahora no soy nadie, nadie ni nada. Se me han acabado la tinta y el papel, ¿o las ganas?

Ni las metáforas me sirven, se repiten, una tras otra, el barco a la deriva, el reino imposible, el genio de la lámpara, sin embargo tú, camaleón, puedes cambiar de forma, de color, tu apariencia, tu olor, y otra vez me he vuelto a perder. Ya no distingo si eres un motivo para seguir, o para abandonar, si un camino o un precipicio, si mi oración o mi perdición.

Siempre fuiste los puntos suspensivos interminables de mi yuxtapuesta con punto y coma. Te encontró el poeta, antes que yo, y a él le hechizaste de tal manera que lo dejó todo por ti. Y a mí, ¿quieres volverme loco? Más loco, quería decir. El monstruo de todos mis armarios, la excepción a todas mis reglas, lo tienes todo. Años odiándote para acabar persiguiéndote por todos los confines y conformarme con una eterna resaca. ¡Ay camaleón!

No me puedo rendir, pero quiero rendirme, aunque dicen que querer es poder, y de nuevo otra frase que pierde sentido cuando estás en el medio. No me canso de escribir, igual que de reír, no me canso de buscar, igual que de cantar, y de nuevo me tengo que levantar.




Me pregunto si algún día me darás la mano y no te irás jamás.

lunes, 2 de mayo de 2016

Parade of broken hearts

La música de siempre, ritmo, letra, sin partitura que valga, la que suena al final de la fiesta cuando se te cae el zapato de cristal en la escalera de palacio. Una bandera, con tres colores, ¿quién da más? Cada vez suena más alto, cada vez las historias pesan más y los capítulos son más largos. Otra pesadilla. Menos mal que no me acuerdo.

Humo, luces, cámara y acción, lo de siempre. Esto empieza otra vez, uno por uno en fila india, haciendo cola en dirección quién sabe dónde. Algunos empezaron ayer, y otros llevan años esperando su nueva eternidad, pero al fin y al cabo, es el ciclo. Hay días que se hace insoportable, y otros que incluso es ameno asomarse a contemplar semejante espectáculo. El de abajo quiere, pero el de arriba no puede. ¿Por qué? ¿Para qué? Otra vez el mismo camino sin rumbo, a seguir el camino de baldosas amarillas, esquivando todos los obstáculos posibles, bailando con la más fea y escuchando sirenas, dispuestas a hundir el barco. Ya no.

Este sitio es mucho mejor, y las vistas no me desagradan. Ya casi se me ha olvidado lo que es seguir  ese aroma tan característico, esa luz que brilla en esos ojos inalcanzables, ese páramo desierto que estoy hecho por dentro. Ahora me he acostumbrado a observar, simplemente observar como son otras desdichadas almas, las que se unen a ese camino interminable, ese camino en el que sí, muchos triunfan, pero los demás seguimos mirando.

Pero...¿Acaso no puedo mirar desde aquí arriba? Es verdad que jamás terminaré el camino contemplando desde el balcón, con un cigarro en una mano y una copa de vino de supermercado en la otra, sí, el del cartón. Tengo que bajar otra vez, lo sé, no me queda más remedio. Pero mírales, sin rostro, sin vida, simplemente caminando, buscando el tesoro sin un mapa con la X en el lugar, intentando llegar a la segunda estrella a la derecha y todo recto hasta el amanecer. Eso no es vida, pero la vida está al final de ese camino, ¿Qué hago?

Jamás podré negar que es una sensación que no quiero repetir jamás, pero en algún momento tiene que dejar de dolerme el corazón y empezar a dolerme los pies. Todo por tu culpa, camaleón. Sí, voy a bajar, no puedo quedarme sentado en esta resaca permanente, simplemente sonriendo ante la desdicha de aquellos que son como yo pero que a la vez y al contrario, no se rinden. En realidad lo echo de menos.

No sé ya ni lo que digo, ¿cómo voy a saber lo que escribo? Esto es un sin vivir, arriba y abajo, a izquierda y derecha, pero al fin y al cabo es mejor vivir una vez cada dos días, una noche cada 13 años o un mínimo segundo de felicidad en toda una hora, que no hacer nada.





Es verdad, no puedo quedarme aquí sentado.