Allí al fondo se ve una luz, una luz que brilla como
ninguna, una luz que nunca deja que la noche se cierre del todo sobre mí.
Es mi estrella de Belén, que me guía de vuelta. Aunque me
aleje, la necesito cerca; necesito sentir que brilla aun cuando cierro los ojos,
necesito saber dónde ir los días de tormenta, y necesito refugio para las
tormentas.
Una luz que alumbra un camino, el camino de vuelta sobre mis
pasos, sobre mis errores y aciertos, de mis recuerdos y mis tormentos, una luz
que me dice que es mi casa, que me quiere, que me ama, y que vuelva sin importar
lo que pasa.
Y es que de nuevo me he caído y me he equivocado, cuando
estaba intentando no hacerlo. Estaba tan preocupado de no equivocarme que ni si
quiera pensé en acertar, y con las mismas, me he vuelto a caer y siempre va a
peor.
Como todo ser humano, estoy lleno de errores, porque siempre
han querido que creamos que somos la creación perfecta, y lo somos, somos la
creación perfectamente imperfecta. Y me he caído por no ser consciente de la
magnitud de las cosas, esta vez no hay excusa, ni si quiera un intento de
justificación o defensa, no puedo hacerlo. Me he caído con todo el equipo, y he
vuelto a decepcionarte a ti, y a mí.
Cansa, canso, lo entiendo. Nadie dijo que el camino fuese
fácil, pero tampoco dijo nadie que iba a ser tan abrupto, tan lleno de
obstáculos, de caídas, de dudas…
Y se me ha hecho de noche otra vez y no te encuentro, mis
tormentos no me dejan ver más allá de mis irresponsabilidades, mis errores me
nublan el cielo que habíamos pintado con tanto esfuerzo. Mis letras no parecen
suficientes este Carnaval, y me he vuelto a perder. Me ha podido el
carnivalismo y no he visto más allá de mi disfraz, sin darme cuenta de que tu
seguías iluminando el camino a seguir.
Y en este silencio infernal en el que no paro de pelearme
conmigo mismo, solo hace eco un “lo siento” y la culpabilidad rebotando contra
las paredes pintadas de oscuro. Y yo sigo en medio de todo esto, mirando, buscando
entre mis miedos cómo seguir. Pero no puedo porque te necesito a ti.
Necesito seguir intentándolo, seguir siendo tu prisionero, y necesito caerme otras mil
veces y que me levantes con tu bendita paciencia, necesito tu ternura incansable,
tu sonrisa mañanera que nunca se da por vencida, necesito el llanto inmortal
del que aprender, necesito tu fuerza y tu comprensión ante mi agotadora
cantinela…
Necesito tu luz, necesito que me guíes en mi deriva porque
mi barco vuelve a zozobrar, y aunque no me la merezca, la seguiré necesitando;
aunque esté lleno de fallos, seguiré necesitando que me corrijas; porque si no,
seguiré siendo un pobre perdido y sumido en mi eterna oscuridad.
Y aquí me quedo esperando a que tu faro se encienda, esperando
que me ilumine otra vez, con una disculpa en el alma y una flor en la mano;
porque si no se enciende, me vuelvo a perder.