viernes, 9 de octubre de 2015

Carta a un viejo amigo: Esta es mi despedida, y me quedo muy corto.

Querido viejo amigo:

Me han vuelto a llegar malas noticias de casa, no malas, las peores que me podían llegar. Siempre he sido yo el que se iba de vacaciones, a Madrid, y me despedía de todos, de mamá, papá,Rey, la abuela, Ale, la tía Alicia, la Tita Toni y todas esas personas importantes para mí, pero siempre me guardaba lo mejor para lo último y me despedía de ti igual que te saludaba, con un beso en la cabeza y un “¿quién es el perrito más bonito del mundo?”. Pero parece ser que esta vez el que se despidió fuiste tú la última vez que nos vimos.

La nuestra es una historia larga, nuestra amistad empezó de la mejor manera, mi mejor amigo trajo ese cestito con una manta azul encima diciendo que era una sorpresa para mí. Yo, con apenas 2 años quité esa manta y una bola de pelo enana y con cuatro patas se tiró encima de mí en la entrada de mi casa y empezó a correr en todas direcciones explorando el que sería tu hogar. Fuiste de mis primeros amigos, y sin duda alguna, otro hermano más, porque estabas ahí antes del que ya tengo.
Y el primer amigo nunca se olvida, pregúntaselo a Alejandro. Ahora todos los recuerdos contigo se agolpan en la puerta, de veterinarios para arriba y para abajo porque el perro no puede ponerse malo tan pequeño, hay que limpiar las cosas que hace el perro en casa y la abuela te cogía con una mano, te llevaba hasta donde habías dejado tu regalito y te decía “eso no”, hasta que por fin aprendiste. Otro dilema fue ponerte nombre, bendito dilema y bendito nombre que elegimos, Tiger, para los amigos Tai. Ya desde pequeño sabíamos que no ibas a ser el típico perro de “dame la patita”, pero aún así has sido un amigo fiel y obediente, nunca te ha faltado de nada y a nosotros contigo tampoco.

La mejor compañía que podía desear, llegar de pequeño del colegio y sacarte a pasear, pegando tirones con la correa, incluso ya de viejo no cambiabas las costumbres. No te hemos dejado solo ni para irnos de vacaciones, por mucho que fueses un terremoto en el coche. No se me olvida la de veces que he pasado por la puerta de la abuela paseando por el pueblo y te has puesto a ladrar hasta que te llamaba la atención y te callabas. No se me olvida la de veces que mi hermano te ha abrazado y le has gruñido y yo te hacía exactamente lo mismo y no hacías nada.

Esto cuesta, y es muy raro, no sé qué va a ser entrar por la puesta de casa con o sin maletas y que no te acerques a saludar, no sé que va a pasar ahora cuando suene un trueno y no salgas a correr para esconderte en la esquina de mi cuarto o debajo de la cama cuando celebramos algún gol del Madrid. No sé que va a ser ahora sin poder tumbarme en el suelo del comedor con la simple excusa de que estabas ahí descansando tú. No sé que va a pasar cuando no se escuchen tus pasitos por el parqué de madera de la salita, ni tampoco va a ser normal no tener que colocar las alfombras por las carreras que te echabas cuando entrabas en casa de paseo.
Has sido la más fiel compañía que cualquiera podía desear, has sido mi mejor amigo, mi hermanito de cuatro patas y te has hecho viejo conmigo, y yo contigo. Siempre que llamaba a casa preguntaba por ti, que tal estabas de lo tuyo, qué te pasaba, si estabas mejor, pero ya tengo que omitir esa parte de la conversación, pero nunca de mi memoria.

Te has ido, y era lo mejor, has dejado de sufrir, pero también nos han dejado vacíos en casa, porque la casa va a estar muy vacía sin ti aunque estemos todos reunidos los domingos para comer. Creo que has tomado la decisión correcta, has estado 18 años, ni más ni menos y recién cumplidos, dándonos más que alegrías, te juro que no tengo ni un solo recuerdo malo contigo. Ahora puedes descansar, puedes ver a Linda, puedes ver a Jana, incluso puedes volver a pasear buscando tiburones con el abuelo como hacíamos todas las tardes en el pueblo.
Y aunque tú estés mejor que nadie, solo espero que vayas donde vayas no te olvides de lo que has dejado en tu vida, que es una familia feliz y un niño que te echa de menos y te quiere lo mismo o más que cuando quité la manta de la cesta.




No puedo más que darte las gracias. Descansa en paz y hasta siempre. Te quiero, Tai.