domingo, 6 de octubre de 2019

La Conjura de los necios


Es fácil reconocer un ser cuando es inteligente, porque los necios a menudo se conjuran contra él.

Aquella noche en la mesa se sentaron, los que antaño ni tan si quiera se miraron. Todos los que un día piedras se lanzaron, se unieron bajo un mismo manto, con un solo propósito. ¿Irónico? Tal vez. Como dijo el sabio: “la vida puede ser maravillosa”.

Decidieron beber con la misma canción, decidieron bailar al mismo son, decidieron ser uno, porque poca gente los entendió. Afilaron sus lanzas y se prepararon para el combate, pero ni la mayor banda de mercenarios que pudieron formar fue capaz de perturbar la paz que quisieron aniquilar.

Partieron sus lanzas unos por otros, con la formación de una legión romana; han puesto sus manos en el fuego, y, llámalo Dios o llámalo energía, pero quién sabe si se llegarán a quemar. Pensaban que era cuestión de tiempo, una victoria que nunca pudieron lograr. Pensaban que tenían ese tiempo hasta que se les volvió a escapar.

La fuerza se les fue por la boca, y su estrategia se les fue de las manos, cada uno con la suya, sin pensar si quiera coordinados. La de unos fue la fuerza bruta, las palabras con cuchillas, flechas hacia el corazón; la de otros agazaparse, esperando su oportunidad para la vil traición.

Fueron olas del mar que chocaron con fuerza con el arrecife sin poder tan si quiera amedrentar su estructura, fueron flechas que nunca llegaron a la diana, fueron dardos envenenados que no sumaron ni 20 puntos, fueron necios bailando al mismo son su propia e interminable canción.

Y con la batalla terminada, no supieron si continuar la guerra, algunos subyugaron a otros, y esos otros se dejaron subyugar, dentro de un vasallaje de lo más ruin que te puedes encontrar.

Nadie sabe si siguen listos para otra batalla, o si esta vez la mierda puede saltar, hay quien tiene la llave, pero parece que no la quiero ni usar.

La Conjura de los necios tiene sus días contados.

La Conjura de los necios tiene fecha de caducidad.

La Conjura de los necios es algo que nunca debe preocupar.



La Conjura de los necios es su peor arma de cristal.

domingo, 10 de febrero de 2019

Mi lucero


Allí al fondo se ve una luz, una luz que brilla como ninguna, una luz que nunca deja que la noche se cierre del todo sobre mí.
Es mi estrella de Belén, que me guía de vuelta. Aunque me aleje, la necesito cerca; necesito sentir que brilla aun cuando cierro los ojos, necesito saber dónde ir los días de tormenta, y necesito refugio para las tormentas.

Una luz que alumbra un camino, el camino de vuelta sobre mis pasos, sobre mis errores y aciertos, de mis recuerdos y mis tormentos, una luz que me dice que es mi casa, que me quiere, que me ama, y que vuelva sin importar lo que pasa.
Y es que de nuevo me he caído y me he equivocado, cuando estaba intentando no hacerlo. Estaba tan preocupado de no equivocarme que ni si quiera pensé en acertar, y con las mismas, me he vuelto a caer y siempre va a peor.

Sé que cada caída duele, sé que cada caída impacienta, desespera, porque parece que nunca seré capaz de coger el rumbo correcto a base de caídas; y aunque te rindas, mi luz, solo quiero que lo hagas sabiendo que lo sigo intentando.
Como todo ser humano, estoy lleno de errores, porque siempre han querido que creamos que somos la creación perfecta, y lo somos, somos la creación perfectamente imperfecta. Y me he caído por no ser consciente de la magnitud de las cosas, esta vez no hay excusa, ni si quiera un intento de justificación o defensa, no puedo hacerlo. Me he caído con todo el equipo, y he vuelto a decepcionarte a ti, y a mí.

Cansa, canso, lo entiendo. Nadie dijo que el camino fuese fácil, pero tampoco dijo nadie que iba a ser tan abrupto, tan lleno de obstáculos, de caídas, de dudas…
Y se me ha hecho de noche otra vez y no te encuentro, mis tormentos no me dejan ver más allá de mis irresponsabilidades, mis errores me nublan el cielo que habíamos pintado con tanto esfuerzo. Mis letras no parecen suficientes este Carnaval, y me he vuelto a perder. Me ha podido el carnivalismo y no he visto más allá de mi disfraz, sin darme cuenta de que tu seguías iluminando el camino a seguir.
Y en este silencio infernal en el que no paro de pelearme conmigo mismo, solo hace eco un “lo siento” y la culpabilidad rebotando contra las paredes pintadas de oscuro. Y yo sigo en medio de todo esto, mirando, buscando entre mis miedos cómo seguir. Pero no puedo porque te necesito a ti.
Necesito seguir intentándolo, seguir siendo tu prisionero, y necesito caerme otras mil veces y que me levantes con tu bendita paciencia, necesito tu ternura incansable, tu sonrisa mañanera que nunca se da por vencida, necesito el llanto inmortal del que aprender, necesito tu fuerza y tu comprensión ante mi agotadora cantinela…

Necesito tu luz, necesito que me guíes en mi deriva porque mi barco vuelve a zozobrar, y aunque no me la merezca, la seguiré necesitando; aunque esté lleno de fallos, seguiré necesitando que me corrijas; porque si no, seguiré siendo un pobre perdido y sumido en mi eterna oscuridad.



Y aquí me quedo esperando a que tu faro se encienda, esperando que me ilumine otra vez, con una disculpa en el alma y una flor en la mano; porque si no se enciende, me vuelvo a perder.

miércoles, 30 de enero de 2019

Back again


¿Qué tal?

No tenía pensado escribir, la verdad, pero es que cuando he abierto la ventana ha soplado un viento de febrero y no lo he podido evitar.

Empieza mi año nuevo de verdad. Después de que la desdicha y la pena me apartaran de este veneno el último febrero. Pero aquí estoy, de vuelta, con otra historia, si es que se me deja. Todavía no me creo que haya pasado un año, se ha ido volando.

Y como no, este año no puedo faltar. Este febrero huele distinto, huele a algo que no había olido en muchos años: tranquilidad, risas, nostalgia, este febrero tiene un perfume tan noble como la madera. Sin ninguna duda, huele diferente porque es diferente, y eso no me lo he inventado yo, es la pura verdad.

Podría recordar mi rutina perfecta desde que llego en autobús hasta que me marcho apenado, con toda la pintura, las risas, los momentos, los amigos, los cubatas y los cigarros de por medio. Pero eso ya está muy visto, y sabéis que este año la rutina va a ser la misma, solo que voy a disfrutarla como no pude hacer el pasado.

Hubo gente que, para mi gozo y cariño, me echó de menos, y me lo repitió hasta la saciedad sabiendo que en esas fechas me levantaría mucho la moral a pesar de la pena que me mataba por dentro. Y hubo otros que, haciendo memoria, cuando les mencioné ese simple hecho, hicieron como si la conversación fuera superficial y vacía cambiando de tema. Esta vez, este año, los primeros están, los que siempre estuvieron al pie del cañón, los que parecían de papel y son de roca dura sin que el viento se los pueda llevar; y los segundos, que pasaron de ser el árbol a ser las hojas caídas, se han ido. Y no puedo estar más feliz. Hay a quien esto ha llenado de dolor; hay a quien ha llenado de alegría; hay quien se siente contrariado; hay quien se siente aliviado; y hay quien consiguió lo que tanto quería. Y yo, demasiado complejo para toda la vida, he pasado por todas esas fases.

Al principio sentí dolor, dolor de pérdida, de desasosiego, ese dolor de los “¿por qué?” O los “¿cómo hemos llegado hasta aquí?” La importancia de saber que iba a costar y a doler desde el principio, pero a la vez la convicción de que todas y cada una de las decisiones tomadas eran las acertadas. Del dolor pasé a la contrariedad, de sentimiento y de razón. Mientras más orgulloso me sentía de lo que había hecho, más pensaba en qué estaría pasando, en si los demás se sentirían como yo, si habrían pasado ese dolor del principio que aún coleaba, todas las dudas asaltaban mi cabeza. Hablando, charlando, parecía el más decidido, el más firme, pero ellos lo sabían, no lo era, era un tema demasiado recurrente.

Después, a pesar de lo que se pueda pensar, me di cuenta de que todo fue de la peor forma posible, la traumática, y la que yo nunca quise. Un desenlace que acabó desmoronando viejos pilares de mi vida y erigiendo otros; un desenlace que, con el tiempo, todos hemos acabado ignorando. Y a pesar de todo esto, de saber todos los errores que pude cometer y los aciertos que me anoté, el tiempo nos dio la razón a todos, las vidas de todos y cada uno siguieron su curso y, respetando como pudo sentirse cada uno, yo me sentí feliz, alegre, contento. Terminó una pesadilla, una historia interminable, y la toxicidad desapareció. Todos tenemos nuestra propia teoría, nuestros propios enemigos, y seguramente que yo seré el tóxico y el enemigo número uno en muchas de ellas, o al menos, sé tres en que sí; bueno dos, la tercera siempre va de la mano, o de la correa, de una de las dos primeras. Y ante eso solo me queda sonreír. Mirar hacia atrás y pensar que con lo jodido que fue, con lo mal que lo pasé, y con las dudas que tuve, y ya estaba inmensamente feliz, al fin y al cabo, el tiempo me acabó dando mi razón y esta vez, acabé acertando de nuevo.

Volvieron las risas entre cervezas y cubatas, volvieron los partidos de fútbol que acababan en una discoteca, volvieron las cenas cuasi prohibidas y tan criticadas (esta vez sin críticas, porque no puede volver aquello que nunca se fue); volvieron las interminables charlas, las inolvidables noches de portal, las conversaciones profundas, los planes locos, volvimos los que nunca nos fuimos. Esto vuelve a ser como antes, y quien no ha querido quedarse, supo donde estaba la puerta para salir, así que sabe perfectamente donde está si quiere entrar de nuevo.

Sin caretas, sin tapujos, sin complejos, y junto con la alegría y felicidad, llegaron el alivio y la tranquilidad. El alivio de saber dónde estoy, quién soy, y tener al lado a todos los que quiero tener, del primero al último, con todas y cada una de nuestras diferencias y similitudes; y la tranquilidad eterna de saber que en casa me están esperando, y en la otra vida también.

¿Y qué toca ahora? Ahora que estoy alegre, tranquilo y aliviado, lleno, pleno, exultante…Así me levanté, así abrí la ventana, y así, ha pasado todo un año. Lo he vuelto a sentir como no pude el año pasado, lo he vuelto a escuchar, me he vuelto a emocionar, y me han vuelto esos nervios inevitables del primer día.

Abre la reja ya, carcelero, que mientras tenga alegría y un soplo de vida, yo seguiré…seguiré ese embrujo sobre natural de la diosa del mar…y siguiéndolo…hoy vengo aquí de juanillo, a fuego vivo…


Dispuesto a morir.