No sé qué clase de
sentimiento puede llegar a rondarme alrededor de los pedacitos de piedra que he
quitado de mi corazón. Desde esa carta a
mí mismo que me llegó hace tiempo, desde ese momento que decidí dejarme sentir,
romper el hielo del que estaba hecho, ahí, en ese punto de inflexión empezó
todo.
No sé si es
indiferencia, asco o algo parecido a la repulsión, pero ahora mismo no me puede
salir nada bueno al teclear, al escribir, al pensar y al hablar de ti. Tú, que
te has creído lo que no eras, que crees que puedes engañar al más listo, que
confías demasiado en lo que tú llamas labia. Todo fue demasiado rápido dentro
de mí como para darle importancia pero la tolerancia y la paciencia están muy
limitadas en lo que viene siendo mi persona.
La hiena, así te llamé
una vez y puedo volver a hacerlo, hiena, fantasma, algo parecido al ser humano
más ruin. Yo, con mi pasado, con mis golpes, con mis jugadas, al que pusieron
cuernos y tridente, creía que nadie podía hacer lo que yo hacía, ni tan si
quiera superarlo, pero veo que justo en el momento en el que decidí dejar el
infierno debajo de mí, cogiste el relevo.
A todo el mundo le
enseñar a ser una persona, no un perro en celo, y creo que todavía no te ha
quedado claro, aunque a veces me planteo cómo serías en el origen, antes de
todo, en alguna de tus reencarnaciones, aunque a lo mejor seguías siendo una
hiena, un buitre, la carroña de todo lo viviente. Hacía tanto tiempo que no
pronunciaba mi palabra favorita, esa que hace tanto tiempo que ni si quiera
escuchaba, esa que me habían llamado a mí tantas veces por ser como soy, esa que
el más grande de los grandes reiteró sentado en su silla favorita, esa palabra
que llena mi boca y mi alma cuando la pronuncio hacia alguien. Hipócrita, esa
es la palabra, y no creo que haga falta la RAE, porque un espejo te mostraría
la definición perfecta de ese concepto que, viéndote, no creo que sea la
primera vez que escuchas.
No es odio, porque para
mí, odiar a una persona es darle demasiada importancia en mi vida, que sea
objetivo de mis malos pensamientos significa que hasta en ellos puede llegar a
estar, en mi memoria, pero claro que nunca estará en mi corazón, demasiado limitado
de espacio y difícil acceso.
Supongo que podría actuar
como tú y darte una lección, pero ya guardé el tridente y los cuernos a buen
recaudo, por si alguna vez tienen que volver, y si lo hacen no será por alguien
tan insignificante como tú, no tengo intención de rebajarme, quiero ser alguien
para quien quiera que lo sea, por méritos propios, por mi forma de ser tan
difícil de llevar hasta por mí, no por creerme ser alguien voy a serlo, aprende
hiena.
Sin máscara a lo mejor empiezas a ser alguien, aunque fuese una hiena.