Nadie sabía lo que le esperaba a la gente de Lostbrook, la
guerra había terminado; una guerra que había durado 300 años, una guerra
lejana, tan lejana que no se conocía el vencedor por aquellas tierras.
Lostbrook era una isla perdida, de esas que aparecen en
mitad del océano en los mapas, de esas islas maravillosas y paradisíacas. No
participó en la guerra, ¿para qué? Fuese quien fuese el vencedor, iban a
cobrarse vidas inocentes, como todas las guerras.
Pero la incertidumbre reinaba las mentes del país, y las
noticias escaseaban. El nerviosismo se notaba en las caras desde que los
tambores dejaron de sonar y los disparos dejaron de retumbar. La reina
Andrómeda no salió de su castillo desde el inicio de la guerra, ni si quiera
para dar al pueblo un mensaje tranquilizador, ni si quiera para asistir a
cualquier acto diplomático. Su actitud dividía al pueblo; se decía que los
dioses enviarían de la tierra de las guerras a un mensajero, alguien que se
casaría con la reina, un rey para Lostbrook que rompería la dinastía de mujeres
que se sucedían en el trono.
Las estatuas de los dioses eran derribadas, el pueblo se sublevaba
y su reina no daba la cara ante los pocos que defendían su corona, se dedicaba
a esperar y esperar a que ese mensajero llegase por obra divina.
Pero ese mensajero no sería el único hombre que pasaría por
la cama de la reina, pocos sabían que le guerra favorecía a al absolutismo de
Andrómeda, el miedo de la población, el terror a salir al exterior, el miedo
reforzaba su poder.
El trono…bueno, es otra historia…El trono de hierro era el
mayor de todos los tronos, el más ansiado por todos, y la reina Andrómeda
ocupaba dicho trono, el que otorgaba a su dueño el poder de trasladar su reino
donde quisiese, y por eso Andrómeda alejó Lostbrook de la tierra de las
guerras.
Los poderes de la reina se incrementaban y cada intento de
un hombre por arrebatárselo fracasaba, Davy Jones, Barba Negra, Perseo, Efesto
y una larga lista de hombres habían intentado ocupar el trono, pero los
encantos de la reina Andrómeda eran demasiado…¿cómo decirlo?...Fuertes como
para pasar por alto.
La reina Andrómeda, hija de semidioses, era una mujer alta,
con cabellos largos, de oro, y unos ojos que encendían el corazón mas apagado
del universo; ningún hombre que viese a la reina no quedaba fascinado.
Un día de tormenta, un barco extranjero que huía de la
tierra de las guerras encalló en el puerto de Lostbrook. Solo hubo un único
superviviente que fue atendido inmediatamente por los servicios médicos reales,
mandados por la reina en cuanto conoció la noticia.
El barco llevaba el escudo de la casa Leyton, una casa que
siempre tuvo sus más y sus menos con la dinastía de Lostbrook, pero la reina
pasó ese detalle por alto dado que solo ansiaba las noticias que el viajero
podía traer sobre la guerra.
Su nombre era Ajax, era el heredero de la casa Leyton y su
barco había zarpado hace semanas en busca de nuevos territorios; dijo.
La reina exigió su presencia en la sala del trono, donde a
duras penas llegó andando desde sus aposentos. Tras una larga charla, la reina
cometió su primer error, dejarle marchar.
Ajax se dirigió al pueblo, donde explicó al pueblo su
historia, su procedencia y su verdadero objetivo y no la mentira que le contó a
la reina de que había rechazado su apellido para salir de sus tierras.
Paso el tiempo y la reina no preguntó nada sobre la guerra,
debido a que cometió el segundo y peor error, se enamoró locamente de Ajax.
Ante esta oportunidad, Ajax no dudó en
tomar su mano en matrimonio. Pasados los años, la reina Andrómeda dio a luz a
un hijo, pero en el parto se debilitó, sus poderes descendieron y mediante el
niño crecía, ella envejecía.
Una noche, las fuerzas de la oposición a la reina asaltaron
palacio, la reina se levantó y se dispuso a huir con su marido y con su hijo de
ya 16 años, pero no podía salir de palacio.
Su marido estaba de cacería y no volvería en 3 días, o eso
pensó, porque en ese momento, Ajax abrió la puerta y cuando la reina se dispuso
a abrazarlo, él dijo: ‘’Se acabó tu tiempo, Andrómeda’’ Y cortó la cabeza de su
mujer.
El heredero de los Leyton nunca renunció a su apellido,
ellos ganaron la Gran Guerra y ahora, en el trono de hierro, devolvería a
Lostbrook al lugar donde se merecía…
Capital del reino.