domingo, 23 de marzo de 2014

Buen viaje, presidente

Empezaste en tiempos de calma. Pero, como bien dice el dicho, después de la calma viene la tempestad.
Y así llegó, la oscuridad, otra vez, aunque se luchó contra ella, se nadó contracorriente; no siempre pueden ganar los buenos aunque esta vez deberían haberlo hecho.
Fuiste uno más de los que se dormían sin sueños y se despertaban sin motivos, uno más de los que se quedaron en vez de huir, que aceptaron el curso de la Historia, lo que había tocado y prefirió morir de pie a vivir de rodillas.
Te tocó bailar con la más fea, la de los ojos oscuros, mirada vaga y altura no muy ejemplar, un pequeño bigote sin afeitar que la hacía ser más repugnante y muchos defectos posibles encerrados ahora en un cajón, en un lugar sepultado por piedra donde no merece estar, todo guardado en la memoria de aquellos que presenciaron el baile, aquellos que huyeron y en los libros, esos sabios compañeros.
Aguantaste como el que más, las embestidas del baile, los vaivenes de la vida y los paseos por los suburbios que la decadencia había creado, más que un paisaje, parecía una ciudad musulmana, un plano irregular que no llevaba a ninguna parte, callejones sin salidas que se cerraban en patios compartidos, casas cerradas con gente dentro, camas con gente debajo y el sonido de los fusiles y los tanques por las calzadas. El miedo era el único que violaba el toque de queda, el mejor amigo de la oscuridad que reinaba, la única sensación que invadía los cuerpos y se abrazaba con las almas de los verdaderos héroes.Tú te levantaste aquel febrero cuando los demás se agacharon, "Yo le dije que para dialogar saldría, y salí del hemiciclo".
Pero cayó la última gota, la nube desapareció y apareciste tú, casi de la nada, el Sol, todos los restos de oscuridad volvían a las alcantarillas, de donde venían precisamente, a los bosques, ahora les tocaba huir a ellos, era la hora de la libertad. Fuiste el líder del gran movimiento, una figura de paz y una figura tranquila.
Puede que no te acuerdes, porque desde hace 11 años, tu memoria no te ha dejado disfrutar de todos los recuerdos, los recuerdos de un paisaje, de un país y de una nación, que a pesar del mal momento, se libró de la oscuridad. Consenso, esa fue tu palabra favorita. Por ti, por tus palabras, por la tinta y la pluma que empuñaste, reuniste la voluntad de todos aquellos que habían estado escondidos, de todos los colores, y redactaste una carta, una carta destinada hoy al cielo, ahí arriba para que la vuelvas a leer y te acuerdes, de que has sido tú el gran artífice de la paz, la mente que ingenió todo, el genio de la lámpara, la gran figura...
Unos lo llamaron luz, otros lo llamaron Transición, tú te llamabas Adolfo Suárez.



Está el hoy abierto al mañana
mañana al infinito
Hombres de España:
Ni el pasado ha muerto
Ni está el mañana ni el ayer escrito.

sábado, 22 de marzo de 2014

Si tú caes, yo caigo. Decisiones rápidas.

  • Sigo sin saber qué se supone que debo de hacer.
  • ¿Y me lo preguntas a mí?
  • Eres el único que hay aquí.
  • Aquí solo estás tú, yo solo soy tu reflejo. Si tú caes, yo caigo.
  • Pero...¿dónde estamos?
  • No veo más allá del marco que me sujeta, genio, deja de preguntarme cosas porque no voy a saber contestarte, siempre ha sido tu problema, preguntando y preguntando sin buscar tú mismo la respuesta.
  • Preguntar es buscar la respuesta.
  • ¿Quién te da la respuesta? Otra persona, ¿por qué? Porque la ha encontrado esa persona y te la ha dado a ti, te la hace saber porque tú la has preguntado.
  • Puede que tengas razón, y por eso precisamente estemos aquí.
  • ¿Sabes por qué estamos aquí?
  • No.
  • Ayer, volviste a levantarte con esa sonrisa tan característica tuya, la de los domingos, sin resaca, por mucha fiesta que tuvieras la noche anterior. Bajaste a la cafetería a pedir el el café manchado de todos los domingos y cogiste el periódico. Y un día más salías en la portada, como todos los domingos. La noticia era un disparate, como los de siempre, una tontería de esas por las que tú sueles preocuparte y escribir, de esas con las que te tiras días y días dándole vueltas hasta que se te pasa, la historia de siempre.
  • ¿Cual era?
  • Déjame hablar. Bueno, saliste de la cafetería sin tu sonrisa de los domingos, se te olvidó en la mesa, justo encima de ese periódico. Fuiste al trabajo, despistado, sin saber que era domingo porque te habías olvidado la sonrisa en la cafetería. Las oficinas estaban cerradas, y diste la vuelta, pensando en la noticia, en el nuevo disparate del nuevo domingo. Cogiste un par de calles equivocadas y te plantaste en frente del Coliseo, ahí, a kilómetros de tu casa, como si fuera algo habitual, pero vamos, yo estaba tranquilo en el espejo sin moverme. Te sentaste un rato admirando la asombrosa obra, como si fueras un miembro de la dinastía Flavio admirando su anfiteatro, pero tu mirada no era de admiración, y, siguiendo el tópico, tus ojos verdes que siempre han supuesto una perdición para más de una dama, se tornaron oscuros, tu mirada ya no era solemne, parecías Nerón, a punto de quemar todo. Seguiste con tu largo paseo de camino hacia casa, o hacia donde quisiera que fueras, pensando en tu condena, en tu nuevo disparate. Estabas enfadado, sentías la cola y los cuernos, y el tridente en tus manos, mientras tu sonrisa de los domingos se desvanecía en la mesa de la cafetería. Llegaste, sin esforzarte mucho en tu camino, al foro romano, a tu casa, a tu lugar de reflexión favorito. El de esas noches de madrugada en las que mirabas a las estrellas, allí en la oscuridad mientras caminabas y reconstruías con tu siempre tan imaginativa mente, las calles, las casas, las columnas de todos los órdenes arquitectónicos. Se te hizo de noche. No era una noche diferente, la Luna brillaba como lo ha hecho siempre y tú caminabas a tu ritmo, pausado, con las manos en los bolsillos por el frió y el vaho salía de tu boca como un ángel que comienza su vuelo. Estabas equivocado, y siempre lo has estado, eres un hombre, un simple hombre, bueno eras, no eras peor que ningún otro, pero siempre le hacías caso al del hombro izquierdo en vez de al del derecho. Siempre pensando en tus ideales, en tus revoluciones, en la llama del mañana, el mañana que nunca llegó.
  • ¿Vas a decirme ya lo que me pasaba?
  • ¿Vas a callarte? Seguías obcecado en tu paseo , en tu camino hacia no sé dónde pretendías ir. Seguías pensando en esa portada, esa noticia, esa perdición.
  • Dime qué era...
  • Esa portada supuso tu perdición...Era una felicitación de cumpleaños, una escrita por el mismísimo Renga, una portada en la que aparecías tú, soplando las velas de tu anterior cumpleaños, justo el día en que decidiste dejarlo todo, en el que no cogiste más una pluma ni la tinta, ni la máquina de escribir, ni si quiera un folio para apuntar nada, querías olvidarte del pasado.
  • ¿Mi cumpleaños? ¿Ayer?
  • Pensabas y pensabas en como habías desperdiciado tu vida, y decidiste aprovechar lo que te quedaba. Saliste a correr, como nunca has corrido, una carrera digna de un atleta hasta la cafetería. Recorrías las calles una a una, esquivando monumentos de la Città Eterna, en una carrera en la que escuchabas los tambores en la lejanía, los latidos de tu corazón maltratado y con estrías. Llegaste, después de recorrer una distancia demasiado larga para ti. Cogiste tu sonrisa de los domingos y...se acabó.
  • ¿Se acabó? Sigue sin resolverme ninguna duda. ¿Cómo llegamos aquí?
  • Tenías 90 años, ¿cómo pretendías sobrevivir a esa carrera? Te dio un infarto al sentarte en la mesa y te desplomaste contra la portada de tu felicitación. Y así llegamos aquí, a tu nuevo camino, hacia arriba o hacia abajo, eso es algo que solo deciden los que juzgan, yo estoy aquí porque has caído, y si tú caes, yo caigo.
  • ¿Qué? ¿90?

  • Recién cumplidos y desperdiciados.

domingo, 9 de marzo de 2014

Looking for it

Solo algo es capaz de hacerte caer en las mismas llamas del infierno y colocarte una aureola, darte alas y llevarte ante lo que algunos llaman cielo. Cuando esa persona te mira y te quedas quieto esperando a que comience a hablar. Mirando de frente a otro lado intentando disimular. Intentando afrontar lo que ahora viene y duele, o tal vez no. Puede ser que tenga sentido o no, que parezca el primer día o que haga tiempo que terminó, seguir viviendo esta historia o terminar de fingir.
Quedarte o irte, quedarme callado, mirándote a la cara sin decir nada más, sin poder respirar, sin querer mirar nunca atrás, sin esperar nada de ti, dejándote con tus sueños y yéndome con mis canciones.
Hablar, hablar y hablar sin parar, sin pasar a la acción, soltando sandeces, mentiras o sentimientos por tu dulce boca pintada de ese rojo carmín que te regaló tu madre el día que decidí pedirte matrimonio (el día que decidí hacerlo pero no lo hice). Me has enseñado a no esperar nada de nadie, a que no merece la pena buscar algo que ya has perdido, a poner más fácil las cosas con simplemente desaparecer. Las dos caras de la moneda se han vuelto contra mí y ya no quiero estar aquí, no quiero esperar, no quiero vivir esta historia más. Quiero esas alas y esa aureola a pesar de que me merezca el látigo y los cuernos. Todo empieza y todo termina y nada es para siempre.

Si te vas, no vuelvas a mirar atrás; si te vas, yo no voy a esperar.
Tus palabras son las flechas en llamas que cupido te lanzó el primer día devueltas apuntando a un simple corazón.

Me voy, me voy al bar, a la taberna de los corazones rotos, donde me fui las otras veces a beber tequila para olvidar. Para darme cuenta de que ya no me dejas amarte y de que debo irme de una vez, a dejarme de tonterías y levantarme de esta silla que no me deja bajarme del tiovivo. Este alcohol me está matando y esta desesperación por tu olvido me está ahogando en mis propios sentimientos. Necesito ese clavo que saca otro clavo, y sacarme estos tuyos, estos mismos que me tienen clavado en la barra pidiendo y pidiendo, bebiendo y bebiendo, necesito salir de aquí.

Tengo que llamar al Sol para que ilumine mis días, y echar a la Luna y su permanente oscuridad, dejar de mirarla ese medio minuto justo para volverme loco, para volverme más loco, loco por ti. Necesito que deje de llover, que dejen de golpear las gotas de tu amor sobre las ventanas de mi corazón, necesito coser con el hilo del olvido, me necesito a mí mismo.

Y han pasado años y años, aguantando a mi memoria dando tumbos arrastrando a mi corazón. Pero simplemente tiene que volver a estallar, tiene que empezar a correr, tiene que volver a sentir, a latir...


Y ese verbo de la primera conjugación que me trae de cabeza.