viernes, 2 de enero de 2015

L'ultimo giorno della mia vita

Querido último día de mi vida,

Empiezas exactamente igual que todos, un Sol que entra por la ventana, que se refleja en los cristales y esquiva las cortinas de mi habitación para llegar hasta mis ojos, ojos que tardan una guerra en abrirse pero terminan haciéndolo. Mi cuerpo está cansado después de un día duro porque a pesar de que pudiera pasarme todo el día tumbado, las mayores batallas son las que se libran dentro de uno mismo, esa batalla continua entre el de arriba, el del hombro derecho, el prudente, el que se para a pensar y observar lo que está sucediendo y baraja todas las opciones, ese que estoy pintando tan bien; y el de abajo, del hombro izquierdo, el que hace lo primero que se le ocurre, el más fuerte pero no por ello el más efectivo, el sincero y verdadero pero también el que peor acaba en todas las historias de la vida.

Hoy no es un día más, sé que no es un día cualquiera, sé que no va a poder salir un vencedor de la batalla interna que lleva librándose tantos años pero… ¿Por qué no pueden salir dos vencedores? Sí, como lo lees. Hoy te escribo aquí sentado, en la misma silla desierta ante el mismo papeleo de todos los días para hacerte una promesa, hoy no va a quedarme nada por vivir, para eso es el último día.

No voy a parar de pensar en todo el día, a mirar a derecha e izquierda antes de hacer cualquier tontería que se me pase por la cabeza, voy a pararme cuando deba hacerlo y a seguir andando cuando haya vía libre. Voy a decir exactamente todo aquello que aprendí de la vida, que aprendí leyendo esos cuadernos de viaje y otras cartas que he intercambiado con tantas personas, voy a dejar que gane el de arriba, el del hombro derecho, el que suele perder y al que le cuesta sonreír, el que siempre está atento al mundo, el que ve más allá de las máscaras, el que mira al horizonte y al futuro que me espera, aunque sea el mismo final de mis días.

No voy a parar de sentir, no voy a dejar de vivir, no voy a dejar de luchas por mí, no voy a dejar de reaccionar de esa manera tan impulsiva que tengo cuando necesito tenerla. No voy a parar de besar a esa persona que tanto me cuesta admitir que quiero y tampoco voy a parar de susurrarle te quiero a cada árbol que haya en mi camino. No voy a dejar de escribir cartas a la princesa de la torre, la que nunca baja, será porque no es del todo una princesa. No voy a dejar de dar paseos de la mano por el Puente Vecchio, ni dar vueltas interminables al Coliseo. No voy a dejar de fumar, el tabaco y la distancia, no voy a dejar de reír ni de hacer reír a nadie, voy a vivir este día como si fuera el día que es, el último de mi vida.


No voy a pararme a llorar por cosas que pasaron, pero no por ello voy a olvidarme de ellas, no voy a pensar en lo que no fue o lo que pudo ser y voy a caminar recto hasta el final del camino. Y después de varios descansos, ha llegado la noche, y cae el telón, cae el final, esto es todo, pero no por ello debo dejar de pasar la pluma por el papel, porque soy yo quien decide cuándo es el último día, soy yo el que acaba de escribir todo lo que voy a hacer en tal caso, y soy yo el responsable de la difícil tarea.


Este, y todos los días del resto de mi vida.