No se puede agradar a
todo el mundo si el objetivo primero es agradarse a uno mismo. Los camaleones
pueden cambiar de color, su piel, pero no pueden cambiar lo que llevan dentro,
sus órganos, su esencia… Se puede
cambiar de ambiente, de bebida, de libro que leer, de novio o mujer, pero
cambiar a uno mismo es algo que cuesta, tiempo y ganas, y, como ya dijo
Churchill en tiempos difíciles, sangre, sudor y lágrimas.
Nadie determina la
felicidad que una persona más que uno mismo, nadie conoce mejor sus
limitaciones más que uno mismo y nadie tiene más determinación o seguridad en
su persona que uno mismo y es por eso que para poder agradar a los demás, hay
que agradarse a uno mismo primero. Se predica con el ejemplo y alguien que no
es feliz, no puede llenar en otro el vacío que vive en él mismo.
Se puede ir de un lado
para otro, se puede querer a una persona o a otra pero no se puede vivir en
constante cambio. No se puede tener solo amigos en esta vida o en este mundo,
por desgracia, claro está. Sea como sea una persona no va a ser del gusto de
todos, todo está demasiado polarizado e incluso los tonos intermedios de la
escala de la personalidad son demasiados contrarios como para complementarse
completamente.
Hay que mantener cerca
a los amigos pero aún más a los enemigos; ese dicho está bien y es inteligente
y consecuente con lo que pueda pasar con cada uno, pero agradar a un enemigo
para mantenerlo cerca conlleva a traicionarse a ti mismo, y por ello los
camaleones acaban peor consigo mismos que lo que pueden llegar a pensar cuando
cambian de color.
Siempre es mejor ser blanco o negro que el arco iris.
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