Después de tanto tiempo buscando
inspiración, me reencontré con mi mayor enemigo, ese que va de la
mano con ella. Ese mal que siempre acaba invadiendo mis días. Otra
vez, sí, otra vez, la misma piedra en el camino, la misma tontería,
y los mismos errores, pensar que ibas a dar la talla.
Pero siempre se aprende algo de cada
caída, y si es igual que las anteriores, supongo que he aprendido el
doble.
Quise cortar la flor más tierna del
rosal pensando que de amor no me podría pinchar... y mientras me
pinchaba, me enseñó una cosa cosa; una rosa es una rosa. Y cuando
abrí la mano y la dejé caer, rompieron a sangrar las llagas en mi
piel, las llagas que no habían terminado de cicatrizar gracias a ti,
a la persona más madura del mundo.
La excepción de todas mis reglas, la
persona que frota la lámpara siempre que le place, pero por fin, sí,
por fin, han cicatrizado demasiadas cosas entre nosotros, o mejor
dicho se han helado. Creo que nadie puede presumir de haberse sentado
a la derecha de ese que dicen que está ahí arriba dirigiendo con
sus hilos todo lo que ocurre aquí abajo, pero aún peor es creerse
que se puede llegar a estar de verdad en ese lugar tras haber sido el
monstruo de cada uno de los armarios, y nunca mejor utilizada la
expresión.
La puerta estaba cerrada, se abrió por
la tormenta, y con la calma diste un portazo. El tren de ida partió
sin vuelta. Las desilusiones rompieron mi bolsillo y se me quedaron
por el camino. El muro se levantó antes de lo previsto. Nada, ese es
el resultado, nada y hielo, solo hielo.
El genio terminó su trabajo y le echó
su propio genio, entró en su lámpara, en su tacita después de
mirar a las nubes, pensó en el hombro izquierdo de todos aquellos
reyes en los que se había sentado, todos los trabajos realizados y
los recuerdos, el combustible del alma, y la experiencia, la esencia
de la inteligencia que después de este recorrido, brilla en ti por
su ausencia.
Tú diste el portazo y mi memoria cerró
todos los pestillos, echó la llave y volví a mi lámpara, a echarle
genio de nuevo, a inventarme más juegos y reírme del pasado, a
seguir con mis canciones mientras tu vuelves a tu hábitat
camaleónico al que llamas sociedad, al que tu demuestras tus mil
máscaras, tus colores, tus cuentos, a ese al que les recitas tus
cuentos como un juglar para que queden prendados por tu magia como yo
quedo prendado por la de febrero.
Terminaste tu estúpido trabajo y me
diste la libertad, me diste la libertad para ser el viento que
despierte las calles de mi ciudad, me diste la fuerza del mar para
ser el más firme baluarte, me impregné de mi memoria para volver a
batallar mil peleas. Se acabó ese guía que vigilaba con tanto celo,
déjame en mis murallas para encerrarme con quien yo elijo, vamos al
desafío para ganar la batalla, llega de nuevo la libertad. Puedo
cantar hecha copla cada vivencia, cada recuerdo, y todo ello me
permite alzarme con la fuerza del viento y gritar...
Se acabó el cuento.
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