Ni los buenos son tan buenos, ni los malos son tan malos, y
así ha sido siempre.
Esos estereotipos que creamos como si fuesen un reflejo fiel
a la realidad que vivimos, no. La objetividad no existe, o al menos no sabemos
tratarla de tú a tú. Lo que para uno es fuego, para otro es agua, lo que a uno
le duele, a otro le agrada. Uno admira los cuadros de Goya mientras otro
contempla las esculturas de Bernini, la vida es así de…diferente. Las personas,
los colores, los gustos, los programas de televisión, los animales, todo tan
diferente. Pero todo depende de uno mismo, de la manera de pensar y observar y
en eso no gana nadie.
No vamos a dar lecciones de moral a nadie por escribir
sandeces sobra abandonos o ir de poeta con el corazón roto siendo un simple chaval
virgen sin escrúpulos. No vamos a acusar con nuestro dedo a quien hizo cuando
estamos haciendo lo mismo. No vamos a mirar de mala manera la felicidad de unas
personas porque suponga la tristeza de otras, esto es el mundo, damas y
caballeros, niños y niñas, bienvenidos a la vida.
Se abren las puerta del mundo a más de uno con estas
palabras, la realidad nace por primera vez a los ojos de la mayoría, ¿hace
falta que las cosas nos salgan más para que nos demos cuenta de lo que nos
pasa? Sí, señoría, hace falta caer mil
veces para aprender a levantarse cada vez más fuerte y más rápido. Hay que
saber vivir, hay que montar en el tiovivo sabiendo que acelerará, y que subirás
y bajarás, y si lo sabes y te quejas, no haber sido el espermatozoide más
rápido.
Ni tenemos que seguir el camino de baldosas amarillas, ni
mucho menos el de rosas; pero tampoco hay que dramatizar con los infinitos
obstáculos que se nos van a presentar en el camino. La vida es un constante
resarcir, levantarse tras un golpe y otro hasta resistir firme al mayor de los
vientos.
Ni somos el Sol, ni somos la Luna, simplemente somos los que
los vemos pasar, huir el uno del otro, los que no son monótonos como ellos,
somos los del medio, los de verdad, cada uno con su nombre y su vida, con sus
páginas del pasaporte.
Que comience el espectáculo
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