Dicen que interpretar un
personaje es realmente difícil. Hay que empezar aprendiendo cómo
caracterizarlo, cómo habla, sus frases, y escupirlo todo delante de la cámara o
de las personas que se supone que tienen que creérselo. Pero luego se baja el
telón y acaba la función, se termina el aprendizaje y empiezan los problemas.
Si hay algo que es
verdaderamente difícil es mantener ese personaje, esa imagen, en un mundo real,
no uno paralelo encima de unas tablas de madera o delante de una pantalla
verde. Es realmente difícil ser un personaje, algo que realmente no eras en un
principio, pero tu interpretación y las palabras de los demás han hecho cada vez
más profundos los rasgos del mayor papel que he interpretado jamás en la obra
maestra que es la vida. Todo empieza cuando empiezas a hablar como él, cuando
empiezas a hacer daño a quien no debes, cuando te separas de lo que fuiste;
sigue cuando empiezas a actuar como él, todo lo que hace encima del escenario,
tú lo haces encima de los demás, porque incluso eso forma parte del personaje.
Hasta que llega el punto
más alto de la obra, el momento en el que empiezas a pensar de verdad como lo
hace el personaje, a vivir en la sombra, callado, como él, a estar acostumbrado
a hacer lo que jamás pensaste que harías, a darle vueltas a la propia vida por
el simple hecho de que has actuado de una manera muy diferente a lo que lo
estás haciendo hasta ahora. Y llega lo peor de todo, cuando todo sale bien,
cuando te sales con la tuya, ileso, cuando has pagado los errores del pasado
con los aciertos del presente, con las esperanzas de algo que tu personaje
jamás contempló.
Pero al fin y al cabo las
obras cambian, y ciertos personajes también, a pesar de que algunos sigan
siendo secundarios quieran o no. Las obras se acaban, los teatros cierran, y
los actores tienen que descansar, tienen que volver a la vida real. Es entonces
cuando me cansé de este personaje; demasiado ha durado, demasiados años para
las consecuencias que ha tenido. De nuevo al camino de las baldosas amarillas,
al que dicen que llega al final de todo, al bueno, o malo, depende de lo que
uno deseé, pero al fin y al cabo, otro borrego más en la lista blanca de los
Reyes Magos. Otro nombre más. Pero los recuerdos vuelven a agolparse en la puerta
de mi memoria, y empiezan a convertirse en realidad, el mundo empieza a
retroceder en el tiempo y actuar como antes de comenzar la obra más larga de
toda mi vida. Empiezan los mismos errores, el mismo daño, los mismos
resultados.
Y yo vuelvo a coger el
guion para interpretar a mi personaje.
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