jueves, 5 de marzo de 2015

¿Acción?

Dicen que interpretar un personaje es realmente difícil. Hay que empezar aprendiendo cómo caracterizarlo, cómo habla, sus frases, y escupirlo todo delante de la cámara o de las personas que se supone que tienen que creérselo. Pero luego se baja el telón y acaba la función, se termina el aprendizaje y empiezan los problemas.

Si hay algo que es verdaderamente difícil es mantener ese personaje, esa imagen, en un mundo real, no uno paralelo encima de unas tablas de madera o delante de una pantalla verde. Es realmente difícil ser un personaje, algo que realmente no eras en un principio, pero tu interpretación y las palabras de los demás han hecho cada vez más profundos los rasgos del mayor papel que he interpretado jamás en la obra maestra que es la vida. Todo empieza cuando empiezas a hablar como él, cuando empiezas a hacer daño a quien no debes, cuando te separas de lo que fuiste; sigue cuando empiezas a actuar como él, todo lo que hace encima del escenario, tú lo haces encima de los demás, porque incluso eso forma parte del personaje.

Hasta que llega el punto más alto de la obra, el momento en el que empiezas a pensar de verdad como lo hace el personaje, a vivir en la sombra, callado, como él, a estar acostumbrado a hacer lo que jamás pensaste que harías, a darle vueltas a la propia vida por el simple hecho de que has actuado de una manera muy diferente a lo que lo estás haciendo hasta ahora. Y llega lo peor de todo, cuando todo sale bien, cuando te sales con la tuya, ileso, cuando has pagado los errores del pasado con los aciertos del presente, con las esperanzas de algo que tu personaje jamás contempló.

Pero al fin y al cabo las obras cambian, y ciertos personajes también, a pesar de que algunos sigan siendo secundarios quieran o no. Las obras se acaban, los teatros cierran, y los actores tienen que descansar, tienen que volver a la vida real. Es entonces cuando me cansé de este personaje; demasiado ha durado, demasiados años para las consecuencias que ha tenido. De nuevo al camino de las baldosas amarillas, al que dicen que llega al final de todo, al bueno, o malo, depende de lo que uno deseé, pero al fin y al cabo, otro borrego más en la lista blanca de los Reyes Magos. Otro nombre más. Pero los recuerdos vuelven a agolparse en la puerta de mi memoria, y empiezan a convertirse en realidad, el mundo empieza a retroceder en el tiempo y actuar como antes de comenzar la obra más larga de toda mi vida. Empiezan los mismos errores, el mismo daño, los mismos resultados.





Y yo vuelvo a coger el guion para interpretar a mi personaje.

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