Ahí va otro con Caronte. Otra alma perdida, ¿envidia? Nunca.
No puedo tener envidia de aquel al que se le aparece una
figura en el camino y deja de disfrutar del resto porque ya ha llegado a su
objetivo. Del pirata que deja de navegar solo por encontrar un tesoro. De los
que dejan de jugar por ganar una partida. De los que se levantan de la mesa sin
quedarse a charlar después con el café. No puedo tener envidia.
Pero sí puedo tener envidia de su sonrisa, de esa felicidad
infinita y extrema que muestran, de esas tonterías con las que se sonrojan, de
esas historias que cuentan y se hacen realidad con ellos mismos. Esto es muy
contradictorio.
Yo no soy de los que promete la Luna, ni si quiera la pido
para mí. Tampoco soy de esos que suelta cualquier poema a la mínima
oportunidad, o deja rosas en los buzones. ¿Es necesario? Todo lo que me rodea
parece decir que sí, que el camino correcto es salirse del camino que he construido
por mí mismo para hacer uno nuevo juntos, no una vertiente, otro aparte. Lo
siento pero no puedo. Yo no puedo dejar de beber o fumar aunque me digan que es
malo para mi salud si es algo que me gusta, igual que tampoco puedo dejar a mi
tripulación si es la peor del mundo, un capitán se hunde con su barco.
Todo parece un cambio radical, parece que hay que dejar la
ruleta por las cartas, las botellas por los corazones y los juegos por unos
labios, todo lo pintan así y yo no lo quiero. Los vicios, la juventud, los
amigos, parecen, de repente, prescindibles. Es un conflicto interno demasiado
fuerte como para solucionarse escribiendo estas cuatro tonterías, pero a veces,
es la única manera de expresarlo.
Hay quien quiere y no puede, yo quiero y no quiero, quiero
ser el equilibrista pendiendo de un hilo en el centro de la pista, quiero que
se cumpla la ley de vida conmigo también; pero no quiero encerrarme en mis
canciones y mis libros como si fueran el único mundo que hay fuera. Un pie y
otro pie, mirando al abismo, el riesgo está aquí, y los cuentos son así, son
siempre lo mismo. Los años van aumentando el peligro, y aquí sigo yo haciendo
equilibrio y buscando quien lo haga conmigo, mi compañero de función en este
circo que tengo formado alrededor.
Creo que jamás lo entenderé, no sé lo que tengo que hacer,
dicen que no se busca, que él solo te encuentra, que solo hay que esperar.
Pues
aquí sigo, haciendo equilibrio.
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