jueves, 9 de febrero de 2017

Equilibrio

Ahí va otro con Caronte. Otra alma perdida, ¿envidia? Nunca.

No puedo tener envidia de aquel al que se le aparece una figura en el camino y deja de disfrutar del resto porque ya ha llegado a su objetivo. Del pirata que deja de navegar solo por encontrar un tesoro. De los que dejan de jugar por ganar una partida. De los que se levantan de la mesa sin quedarse a charlar después con el café. No puedo tener envidia.
Pero sí puedo tener envidia de su sonrisa, de esa felicidad infinita y extrema que muestran, de esas tonterías con las que se sonrojan, de esas historias que cuentan y se hacen realidad con ellos mismos. Esto es muy contradictorio.

Yo no soy de los que promete la Luna, ni si quiera la pido para mí. Tampoco soy de esos que suelta cualquier poema a la mínima oportunidad, o deja rosas en los buzones. ¿Es necesario? Todo lo que me rodea parece decir que sí, que el camino correcto es salirse del camino que he construido por mí mismo para hacer uno nuevo juntos, no una vertiente, otro aparte. Lo siento pero no puedo. Yo no puedo dejar de beber o fumar aunque me digan que es malo para mi salud si es algo que me gusta, igual que tampoco puedo dejar a mi tripulación si es la peor del mundo, un capitán se hunde con su barco.

Todo parece un cambio radical, parece que hay que dejar la ruleta por las cartas, las botellas por los corazones y los juegos por unos labios, todo lo pintan así y yo no lo quiero. Los vicios, la juventud, los amigos, parecen, de repente, prescindibles. Es un conflicto interno demasiado fuerte como para solucionarse escribiendo estas cuatro tonterías, pero a veces, es la única manera de expresarlo.
Hay quien quiere y no puede, yo quiero y no quiero, quiero ser el equilibrista pendiendo de un hilo en el centro de la pista, quiero que se cumpla la ley de vida conmigo también; pero no quiero encerrarme en mis canciones y mis libros como si fueran el único mundo que hay fuera. Un pie y otro pie, mirando al abismo, el riesgo está aquí, y los cuentos son así, son siempre lo mismo. Los años van aumentando el peligro, y aquí sigo yo haciendo equilibrio y buscando quien lo haga conmigo, mi compañero de función en este circo que tengo formado alrededor.


Creo que jamás lo entenderé, no sé lo que tengo que hacer, dicen que no se busca, que él solo te encuentra, que solo hay que esperar. 



Pues aquí sigo, haciendo equilibrio.

No hay comentarios:

Publicar un comentario