Volar, que yo no sé volar, pero ando sobre el aire. Bailar,
contra la gravedad desde mi alambre. Son tantas veces que en el suelo me
estrellé, que he aprendido a caer siempre de pie para volverme a levantar y
comenzar. ¿Quién dijo miedo? Quien tenga vértigo que baje que yo seguiré. Un
pie y otro pie, tensando el cordel, mirando al abismo. El riesgo está aquí, y
el público ahí y siempre es lo mismo. El tiempo que va aumentando el peligro, y
aquí sigo yo, solo, cómo no, haciendo equilibrio.
Nunca pensé que íbamos a ser de anuncio, de película, de
novela, pero esto cada vez se va pareciendo más a una pesadilla. Me agota, me
cansa esta cuerda, la misma función cada vez que abre este circo, porque es lo
que todo parece. No lo quiero, no lo necesito, aunque a veces venga más público
del esperado. Unas veces es entretenido,
ahí en el centro de la pista, respirando la magia del circo que un día montamos.
Todos mirando al equilibrista, oyendo su respiración, sintiendo que de su
canción a tu corazón hay solo una cuerda. Otras veces la cuerda tiembla más de
la cuenta, o directamente la cortas, las luces se apagan y se cancela la
función. ¿Y sabes qué? Estoy muy cansado.
No puedo decir que me cansa porque sea monótono, al fin y al
cabo el andar sobre una cuerda mirando al vacío se hace cada día más difícil,
todos los días hay un nuevo motivo por el que dejarse caer, y otro por el que
seguir caminando. Podría pensar que se me sigue encendiendo la sangre como la
primera vez y vivo con la sensación de que tenemos algo pendiente, esperar,
esperar, seguir andando, aguantando el equilibrio hasta que se termine la
incertidumbre sobre la que seguimos pisando después de tanto tiempo.
Pero me harto, me canso, y no sé qué hacer. ¿Merece la pena?
Antes solía tenerlo claro, pero las últimas veces que me he subido a esta
cuerda, he dejado de tenerlo tan claro. Siempre lejos, siempre cerca, siempre
lejos y siempre cerca. Ya no tengo las mismas ganas que en el primer pasodoble.
Ya no tengo ganas de insistir, de pelear, de luchar; no sé si quiero que vuelvas a agarrarte de la mano de este
comparsista, que me prestes el corazón y te entregues a la emoción.
No sé si va a aguantar mucho más este equilibrista.
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