Ya estoy de vuelta, con otra historia, si es que se me deja.
Y un saludo a los ingratos que pasaron tan mal rato contemplándome entre rejas.
Pasado el tiempo, como ven no desfallezco y traigo otro invento de mi fantasía.
Otra fantasía de las que nunca se conoce el resultado o los propios medios para
crearla; pero que siempre devuelve la magia a esta habitación. Ya le he dado
suficientes vueltas a la azotea, cavilando noche y día, buscando otro enemigo,
otro contra el que luchar, porque los de siempre aburren.
Primero fue por ese deseo incansable de sentir algo, algo a
lo que nunca le he podido poner nombre, a lo que los demás denominaban con ese
verbo de la primera conjugación; luego fue Peter Pan, incluso los propios
Estados Unidos se cruzaron por mi camino antes de llegar a Nunca Jamás. Después
volví a aburrirme hasta que apareció el poeta, duro rival, hasta que por fin
alcancé el ritmo que me llevó un paso por delante de él y me aburrí otra vez. Simplemente
me he dado cuenta de que todas mis constantes vitales sobre el papel han
dependido de un antagonista que me completara, un contrario, un antagonista con
el que no estar de acuerdo, un debate constante desde la crítica escondida
entre metáforas y corduras de un loco que me ha dado vida durante todos estos
años.
Primero fue la nación más grande del mundo, bendita metáfora
que me bautizó con el título de mis metáforas. Una guerra incansable que
terminó con la división de bonitas amistades, o falsas amistades, ¿quién sabe?
Me daba vida saber que en lo bueno y en lo malo, todo lo que escribía
colaboraba a mantener viva esa historia, como lo echo de menos.
Después llegó ese dichoso niño que nunca quiere crecer, la
inmadurez en persona, un espejo donde a veces verme a mí mismo, un reflejo al
que nunca odié, pero era mi papel. Todas aquellas aventuras, vuelos y viajes
alrededor de la misma isla nos tuvieron en vilo durante muchos meses, hasta que
otra vez la historia se terminó. Sin divisiones ni ataduras, menos mal.
Y por último, el poeta, el gran rival, el espejo artístico
donde mirarme. Mi última etapa, siempre
incansable por alcanzar un objetivo al que llegue a base de odio, figurado, por
supuesto. Y de repente él dejó de escribir, sacó la bandera blanca y se
terminó. El camaleón nunca cuenta.
Han sido enemigos, enemigos figurados, el amor, USA, Peter
Pan, el poeta, todos han marcado una etapa en mí. La del odio adolescente a las
parejas que sigue coleando incluso con más de una veintena ya, la de los
amigos, las uniones y los conflictos, la de la madurez, la dichosa madurez, y
por último la más completa, la del crecimiento, la envidia o la repulsión, la
de la mezcla de sensaciones.
Todos estos conflictos, todas estas aventuras, divisiones,
uniones, sensaciones…Todo esto eran fases, etapas, que siempre tenían el
sencillo trasfondo de hacerme cambiar, reaccionar ante lo que pasaba delante de
mis ojos. El chico tímido y escondido que no era capaz de pedir un vaso de agua
en el bar es ahora el que se fue a Roma solo, el que se ha buscado la vida en
la capital y sigue dando pasos de gigante a base de cambios constantes. Pero
todo tiene un significado y una conclusión, todas estas batallas, todos estos
enemigos escondidos detrás de las metáforas, eran mentiras disfrazadas, de esas
que se convierten en verdades. Por fin he resuelto el binomio de vuelta a la
realidad, después de ser capaz de mantener el equilibrio y darme cuenta de que
todo a mi alrededor es ley de vida.
Me he dado cuenta de que hay alguien que ha jugado mis
cartas, que decidió seguir las reglas mientras todos se las saltaban. Alguien
que se rebeló contra todos y se quedó solo durante mucho tiempo. Alguien que
aprendió la lección, que aprendió a enseñar porque enseñando aprendió más.
Todas estas historias, todos estos cuentos del rey de las metáforas tenían un
bueno y un malo, un papel nunca asignado al azar. Había una Alemania, un
Capitán Garfio, un antipoeta, siempre había un malo, un malo que perdía
siempre. Un malo que ganaba las guerras pero perdía las batallas, que nunca
terminaba sus historias con buen sabor de boca. Un nuevo enemigo al que por fin
creo que tengo fuerzas para reconocerlo y hacerle frente. Mientras tenga
alegría y un soplo de vida.
Y ese enemigo, ese nuevo enemigo, sí que es el peor
de todos, uno que nunca ha tenido nada que ver con los anteriores, uno que se
ha curtido a base de miedos, fracasos, palos, victorias, alegrías, uno que sabe
perfectamente el riesgo que tiene todo esto y está dispuesto a seguir adelante
con mi nueva pantomima, con esta fantasía que, de todas las que he escrito, se
parece más a la realidad. Por fin te encontré, al fin me he dado cuenta, ahora
sí que tengo que echarle genio. Eres tú.
Soy yo.
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