jueves, 8 de septiembre de 2011

Prendere le armi

Cada persona es un mundo, y cada mundo debe ser gobernado por la persona a la que pertenece. Un mundo incontrolable lleno de sentimientos y pensamientos que vuelan por todos sus confines hasta salir a la verdadera luz.
La única manera y la mejor empleada, siempre han sido las palabras, pero a estas también hay que saber como usarlas.
Las palabras pueden decirse en muchos idiomas, en diferente orden, sea coherente o no, y podemos usar diferentes entonaciones para enfatizar su significado…
Por esta regla, las palabras que son buenas, son besos y caricias para los oídos ajenos a los que van destinadas, un te quiero, un te amo, siempre agradan al que los escucha…
Pero hay palabras que no precisamente son buenas, y esas palabras pueden favorecer a algunas personas a la vez que destrozar a otras, a esas palabras las solemos llamar armas…Armas de fuego que salen por nuestra boca, saliva tragada que no pasa por la tráquea porque no quiere resguardarse del invierno de la digestión…
Estas palabras no nos gusta escucharlas a nadie, porque nos hacen daño, pero no son las palabras lo que nos hace ese daño, si no la persona que las dice.
La mayor arma jamás creada siempre ha sido el ser humano y su capacidad de usar las palabras es un cargador, cada frase es una sartada de balas que disparamos siempre con el fin de alcanzar, ya sea para bien o para mal, un corazón…
Escribiendo o hablando hay que controlar las palabras, domesticarlas para que vayan donde nosotros queremos que vayan…Pero eso es algo que a mi personalmente me ha podido, son tantos agujeros de balas los que tiene mi corazón que parece la defensa de un equipo de tercera división…Las balas buenas incluso, llegan a mi corazón  juegan, bailan la Danza Kuduro y a la hora del beso, se van y alejan dejando esa huella imborrable…

Ho imparato a usare le armi, si erano ribellati, ma mi ha dato di nuovo il mio potere, la mia ora è vicina nuovo.

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