Estimado amigo,
Vuelvo a escribirte sin ningún motivo
pero sí con algún que otro precedente. Supongo que en tu más que
afamada memoria recordarás la última vez que te escribí, la última
vez que te propuse terminar con esta rutina, la nuestra, la peor de
todas. Ha pasado mucho tiempo desde que tuvimos esa conversación,
desde esa vez en la que estábamos de acuerdo, ¿y sabes qué? No ha
cambiado absolutamente nada.
No he visto ni a una mísera piedra
moverse del camino, simplemente he visto más retratos en las
paredes, retratos con sonrisas que, supongo que ya lo sabrás, no
eran la mía. Es desesperante, y creo que sabes cuánto lo es y sabes
cómo me siento perfectamente.
No he vuelto a verle, no sé qué es de
él, no sé ni si quiera si respira, ni camina, si ama o si es amado,
pero nunca puedo olvidarme de su existencia, la siento, sé cómo
sigue siendo su cara, sé como sigue siendo su tacto, su respiración,
todo aquello que nunca fue mío ni parece que lo vaya a ser. Me
dijiste una vez, “Dearie, deber ver para creer”, bien, no puedo.
Veo, con mis dos ojos, con mi espejo, con mi bola de cristal o con
cualquier utensilio que tenga lo más mínimo de magia, veo todo lo
que pasa a mi alrededor y en mis dominios, ¿y sabes qué es? Es todo
aquello que yo no tengo, es todo lo que yo soy incapaz de sentir, o
mejor dicho, todo aquello que siento y no me es correspondido.
A veces me siguen entrando ganas de
arruinar los miles de finales felices que forman una cadena cuyo
único objetivo es impedir mi final feliz, pero luego pienso en que
sigue habiendo algo ahí fuera que no conozco, algo que queda por
sorprenderme, algo...que sigo incrédula sentada en mi trono
esperando a que llegue.
Otras veces, en vez de pensar que soy
yo la equivocada, suelo mirar toda esa felicidad y esperar a que se
acabe, y en el caso de que se acabe (que no siempre pasa) y reírme
de esos inocentes ilusos que no asumen la realidad de que sigue
siendo demasiado difícil encontrar ese maldito sentimiento por
muchas veces que se intente.
Y después de darte motivos
para burlarte de mi empequeñecido corazón, también he observado
cierta actividad en ti recientemente, ¿qué pasa, viejo? ¿Ese negro
corazón ha vuelto a latir por alguna razón? Ahora te toca hacerme
reír tú a mí. Espero tu señal, para llevar a cabo lo que siempre
acordamos.
Atentamente, la Reina
No hay comentarios:
Publicar un comentario