Dicen que no se puede resucitar a los
muertos, pero siempre nos quedarán los libros, las imágenes, y
mejor aún, los recuerdos. Hace tiempo que esto terminó, pero otra
vez está empezando a cambiar todo, está renaciendo la chispa que se
perdió hace mucho, están floreciendo los árboles de los bosques
que antaño se quemaron y está resucitando una historia, un cuento,
que parecía haber acabado hace mucho tiempo.
Aquella estrella vuelve a brillar como
hacía antes, marcando el rumbo al Jolly Roger a la tierra que
abandonó hace tiempo, a la tierra donde todo lo que jamás llegamos
a pensar se hace realidad, la tierra de la locura, las bromas y las
risas, y este cuento no se quiere acabar. Han cambiado tantas cosas
desde que zarpamos que no sé qué nos vamos encontrar en nuestro
regreso, aún así no tengo la más mínima duda de que ese niño
seguirá revoloteando entre las nubes de mi paraíso. Ha pasado
demasiado tiempo, un tiempo de paz, un tiempo para otros cuentos,
otras historias y otras numerosas aventuras que contar cuando
volvamos a vernos, pero esa llama sigue despierta.
Hace mucho prometí la guerra del
siglo, cuando yo mismo traje de vuelta a aquel que parecía lo que
fue y terminó siendo nada. Hace tiempo se te había olvidado volar,
no te acordabas de cacarear y los niños perdidos no sabían
encontrarse, pero te has ocupado de fabricarte unos nuevos.
Cerramos el libro pero no la memoria,
aún conservo el bonito recuerdo que me dejó el cocodrilo cuando
eras un enemigo decente, cuando sabías coger una espada y luchar
como un hombre, cuando volabas sin la ayuda de Campanilla y no
querías crecer.
¿Y ahora qué? ¿Por qué otra vez? Ya
no me reconforta la sombra en la que me escondí hace tiempo, ya no
me sirve de nada observar la armonía desde aquí abajo, ya no me
asusta ese “tic tac”.
Me he dado cuenta de que aquel poeta
que le recitaba el romancero a la Luna ha muerto, está enterrado en
lo más hondo de lo que jamás pudo llegar a ser, se convirtió en su
propio enemigo y ahora no se da cuenta ni de quien es. Me he dado cuenta de que el
genio no va a volver a salir de la lámpara como siempre le gustaba
hacer para complacer los deseos de esa persona que dejó de ser más
que un amigo, para no ser nadie. Los libros se han cerrado, todas las
historias se han acabado y no han llenado este vacío que dejaron
nuestras aventuras. Tú sonríe, sí, sonríe, como siempre has
hecho; todo aquello de lo que hablabas, todo aquello de lo que
blasmefabas en mi presencia ha desaparecido, todos aquellos a los que
les echabas las culpas de las adversidades han desaparecido, ¿cómo?
Por mí, no trates de engañarte, he limpiado cada mota de polvo que
entorpecía esta nueva vida para volver a ser lo que fuimos, he limpiado
el camino para llegar a donde estamos ahora, al punto de partida.
Vuelves a volar, vuelves a cacarear,
vuelves a perderte entre tanto indio, y crees que así todo está en
orden, en perfecta armonía, en el que consideras tu mundo. Porque en
Nunca Jamás solo había sitio para uno, rocié mi barco con polvos
de hadas y me largué pensando que todo estaba en su sitio, que todo estaba
en ese equilibrio entre el bien y el mal que nunca suele encontrarse
en las páginas de los libros.
Pero la calavera y los huesos cruzados
vuelven izarse en lo más alto de mi barco, mi tripulación ha vuelto y las velas
desprenden ganas de volar a cada instante. Todo va según lo previsto
y en una sola dirección...
La segunda estrella a la derecha y todo
recto hasta el amanecer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario