Si yo no
pido la Luna, no veo justo que se me exija a mí. La vida no es sino una
acumulación de mentiras, mentiras que tapan a otras, y son esas tapadas las que
se convierten en verdades, verdades olvidadas.
Puede que el romanticismo no sea lo mío, puede que
no sepa describir lo que siento sin ser tan sincero que asuste, puede que no se
me de bien ese verbo tan famoso que empieza por ‘’a’’ y termina en ‘’mar’’.
Pero yo también me he creído las mentiras de mi vida, mentiras que no eran mías,
mentiras que al fin y al cabo me han beneficiado. Puede que vivir sea una gran
mentira, que todo sea un sueño y al morir despertemos, o puede que no, que
cuando cerremos por última vez los ojos se acabe todo, se acabe la mentira de
nuestra vida y nos convirtamos en una verdad olvidada más.
¿Qué sentido
tiene toda esta mentira?, ¿para qué engañarnos?
Hay personas que viven mejor engañadas, porque la verdad duele más de lo que pensamos y no estamos preparados para afrontarla, porque cuando llega una persona sincera a tu vida, ya supone un problema. Porque todos preferimos quedarnos con ese chaval apuesto vestido de verde que nunca crece, ese que vuela gracias a los polvos de hadas y nos lleva a rincones desconocidos. Le preferimos él antes que al atisbo de cordura, alguien que ha sabido sufrir, que no tiene una mano, que simplemente quiere hacer su propia historia, que quiere una normalidad fuera de la fantasía, fuera de los libros de Cortázar, bajarte de las nubes y enseñarte el verdadero mundo que tienes a tus pies, ese mundo que dominas pero que tanto miedo te provoca. Pero claro, todo lo que se salga de la gran y maravillosa mentira que es la vida, debe ser malo.
Hay personas que viven mejor engañadas, porque la verdad duele más de lo que pensamos y no estamos preparados para afrontarla, porque cuando llega una persona sincera a tu vida, ya supone un problema. Porque todos preferimos quedarnos con ese chaval apuesto vestido de verde que nunca crece, ese que vuela gracias a los polvos de hadas y nos lleva a rincones desconocidos. Le preferimos él antes que al atisbo de cordura, alguien que ha sabido sufrir, que no tiene una mano, que simplemente quiere hacer su propia historia, que quiere una normalidad fuera de la fantasía, fuera de los libros de Cortázar, bajarte de las nubes y enseñarte el verdadero mundo que tienes a tus pies, ese mundo que dominas pero que tanto miedo te provoca. Pero claro, todo lo que se salga de la gran y maravillosa mentira que es la vida, debe ser malo.
Y esto no es
sino volver a engañarnos, esta es la gran verdad olvidada que solo reconocemos
durante unos segundos, esos segundos en los que sabemos que se acaba la
mentira, en los que sabemos que no hemos sido lo que queríamos ser, que hemos
estado escondidos durante todo ese tiempo, sea el que sea, unos mucho y otros
poco, pero el que manda es el de arriba, si es que existe.
La última
verdad, la única verdad, la breve verdad, hay tantos y tantos adjetivos que
podemos añadirle y por desgracia, todos indican ese final desastroso que precipita
con el fin. En ese momento nos damos cuenta de que vamos a volar, a llegar a
esos rincones desconocidos, pero eso ya lo hemos hecho antes, esa mentira, que
ahora, tras cerrar los ojos por última vez, se convierte en verdad, ha sido
nuestra vida, nuestra vida ha sido igual que nuestra muerte, que hemos nacido
muertos, que no hemos vivido la vida, que hemos vivido una mentira que ha desembocado
en nuestra muerte.
Nos damos cuenta de que mentir, no es vivir.
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