domingo, 15 de diciembre de 2013

La vida real

Una fiesta, un baile, y otro zapato de cristal. Suena a cuento.

Otra noche de esas que todos quieren olvidar, otra historia de esas que suenan más a otros autores. Una noche bonita en apariencia, con su cielo oscuro, despejado, sin nubes, solo las estrellas y la Luna llena, llena y brillante como la que más.

Esa forma de mirarse ambos, esa insistencia con la que se buscaban por mucha gente que pasase frente a ellos. Se imaginaban como un suspiro, ilusionados por llegar al paraíso, un paraíso que se reflejaba en sus propios ojos, verdes y azules, una combinación variopinta de belleza abrazada por la felicidad.
Bailaban en el suelo, pero su ritmo lo marcaban las estrellas, cada paso, cada mirada, cada nota y estrofa de la canción, cada sentimiento a flor de piel que desprendían. Bailar juntos, el destino que ambos tenían, el que ambos querían. Eros y Psique, el matrimonio Arnolfini, Apolo y Dafne, o cualquier otra historia de amor plasmada en el arte, era su turno, era su noche, eran sus propios suspiros los que les abrumaban, era su cuerpo angelical y su cara encantadora, era su constancia y su valentía, eran las innumerables virtudes que reflejaban sus miradas, que hablaban por sí mismas, que no necesitaban expresarse, era Cupido encaramado a un árbol que había descargado una lluvia de flechas sobre esa terraza.

Eran sus interminables deseos de unirse, de besarse, de quererse, era amor, sí, eso que a algunos tanto miedo nos da, pues eso era. Esa palabra digna de pronunciar; era su boleto particular para entrar en el paraíso, era su canción, eran ellos y nadie más.
Pero llegaron las doce, la hora punta, la hora mala, y no todo tiene que acabar como algo celestial, es cansado que todos los cuentos hagan las historias fáciles y nos sepamos el final justo cuando empezamos a leer las primeras líneas. Se acabaron los complejos de príncipes azules y esos ensayos de poeta desalmado, esas corduras de algún que otro loco, esas historias donde refugiarse.


Ella se fue, y él se quedó. Y así termina la historia. Ni beso, ni boda, ni perdices, ni palomas, ningún ave.  Habrá que tomarse un respiro, creo que se nos van a colapsar las venas de tanto sentir. El corazón tiene que respirar y aguantar, porque todos nacimos para luchar, y eso es lo que él hará; no terminar todo en una maravillosa historia de amor, no, luchar por esa historia de amor. 


Dejarse de cuentos y vivir la vida real.

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