domingo, 30 de noviembre de 2014

Tú y tu realidad

No sé qué clase de sentimiento puede llegar a rondarme alrededor de los pedacitos de piedra que he quitado de mi corazón.  Desde esa carta a mí mismo que me llegó hace tiempo, desde ese momento que decidí dejarme sentir, romper el hielo del que estaba hecho, ahí, en ese punto de inflexión empezó todo.

No sé si es indiferencia, asco o algo parecido a la repulsión, pero ahora mismo no me puede salir nada bueno al teclear, al escribir, al pensar y al hablar de ti. Tú, que te has creído lo que no eras, que crees que puedes engañar al más listo, que confías demasiado en lo que tú llamas labia. Todo fue demasiado rápido dentro de mí como para darle importancia pero la tolerancia y la paciencia están muy limitadas en lo que viene siendo mi persona.

La hiena, así te llamé una vez y puedo volver a hacerlo, hiena, fantasma, algo parecido al ser humano más ruin. Yo, con mi pasado, con mis golpes, con mis jugadas, al que pusieron cuernos y tridente, creía que nadie podía hacer lo que yo hacía, ni tan si quiera superarlo, pero veo que justo en el momento en el que decidí dejar el infierno debajo de mí, cogiste el relevo.

A todo el mundo le enseñar a ser una persona, no un perro en celo, y creo que todavía no te ha quedado claro, aunque a veces me planteo cómo serías en el origen, antes de todo, en alguna de tus reencarnaciones, aunque a lo mejor seguías siendo una hiena, un buitre, la carroña de todo lo viviente. Hacía tanto tiempo que no pronunciaba mi palabra favorita, esa que hace tanto tiempo que ni si quiera escuchaba, esa que me habían llamado a mí tantas veces por ser como soy, esa que el más grande de los grandes reiteró sentado en su silla favorita, esa palabra que llena mi boca y mi alma cuando la pronuncio hacia alguien. Hipócrita, esa es la palabra, y no creo que haga falta la RAE, porque un espejo te mostraría la definición perfecta de ese concepto que, viéndote, no creo que sea la primera vez que escuchas.

No es odio, porque para mí, odiar a una persona es darle demasiada importancia en mi vida, que sea objetivo de mis malos pensamientos significa que hasta en ellos puede llegar a estar, en mi memoria, pero claro que nunca estará en mi corazón, demasiado limitado de espacio y difícil acceso.

Supongo que podría actuar como tú y darte una lección, pero ya guardé el tridente y los cuernos a buen recaudo, por si alguna vez tienen que volver, y si lo hacen no será por alguien tan insignificante como tú, no tengo intención de rebajarme, quiero ser alguien para quien quiera que lo sea, por méritos propios, por mi forma de ser tan difícil de llevar hasta por mí, no por creerme ser alguien voy a serlo, aprende hiena.


Sin máscara a lo mejor empiezas a ser alguien, aunque fuese una hiena.


No hay comentarios:

Publicar un comentario