miércoles, 12 de noviembre de 2014

Por una buena segunda parte

Sabía que este día llegaría, y ha llegado, tarde, pero ha llegado. El día en que giro el timón, solo y tarde, pero lo giro. Harto de mirar a las estrellas buscando una nueva fuente inspiración, algo que me haga levantarme a coger pluma y papel de nuevo como hace tanto tiempo. El poeta se fue, hace mucho tiempo, pero ese capítulo de la historia quedó cerrado, tuvo su punto y final y el viaje continúa, pero no en el papel, que ha sido su principal base durante todo este tiempo. Es hora de añadir personajes a esta historia, de tener una tripulación.

Es hora de escribir una segunda parte que, aunque digan que nunca son buenas, supere o se acerque a la primera, a esa historia desenfrenada llena de peripecias y locuras de un soñador que lo sigue siendo. Toca dejar atrás ciertas cosas que los demás denominan como errores, y yo ahora también, pero solo algunas. Asumir de una vez que esa vida ya no es propia para el futuro que espera y mirar un poco más allá de las botellas y mis libros, salir de este encierro y encontrar la Excalibur que rompa la piedra de la que está hecha mi corazón. Descongelar el hielo y apartar las palabras que lo encerraron hace mucho tiempo.

Es el día en el que me he dado cuenta de que aquello que tanto rechazaba, aquel protagonista de tantas cartas de odio, de tantos ensayos de rencor y tantos y tantos libros de fantasía que aún sigo sin creerme, no puede ser tan malo del todo. No es tan bonito como lo pintan las historias, y desde luego la realidad no le acompaña, pero tampoco es tan malo como lo he llegado a contar, como la ceguera de mi rencor lo ha descrito en mi mente y lo ha plasmado en cada una de mis palabras, esas cinco letras que jamás me he atrevido ni atreveré a pronunciar hasta que no lo llegue a encontrar, ese puerto en el que dejar mi barco por una temporada, larga o corta, pero en ese puerto.
Dicen que mirar atrás siempre es malo, que el pasado viene acompañado de sufrimiento y dolor, pero todo ello es lo que lleva a alguien a aprender de sus propios errores, de sus propias experiencias, de su vida al fin y al cabo, y poder poner todo en práctica en el siguiente libro, un libro que no sé cómo empezar, que no se ni por donde abrir ni cómo será su portada. Deja de ser el antagonista para ser un complemento recíproco, un combustible, eso que anima a aquellos que viven y escriben de él a enlazar tantas palabras que lo hacen demasiado maravilloso como para creérselo. Es esa otra palabra que te hace darte cuenta de que hay ciertas maneras de actuar que en su momento fueron correctas pero no adecuadas, o que ni si quiera fueron ninguna de las dos cosas.





Que mi destino firme una tregua con el pasado para negociar el futuro deseado. Pero sin dejar de ser Demasiado complejo para toda la vida.

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