Sabía que este día
llegaría, y ha llegado, tarde, pero ha llegado. El día en que giro el timón,
solo y tarde, pero lo giro. Harto de mirar a las estrellas buscando una nueva
fuente inspiración, algo que me haga levantarme a coger pluma y papel de nuevo
como hace tanto tiempo. El poeta se fue, hace mucho tiempo, pero ese capítulo
de la historia quedó cerrado, tuvo su punto y final y el viaje continúa, pero
no en el papel, que ha sido su principal base durante todo este tiempo. Es hora
de añadir personajes a esta historia, de tener una tripulación.
Es hora de escribir una
segunda parte que, aunque digan que nunca son buenas, supere o se acerque a la
primera, a esa historia desenfrenada llena de peripecias y locuras de un
soñador que lo sigue siendo. Toca dejar atrás ciertas cosas que los demás
denominan como errores, y yo ahora también, pero solo algunas. Asumir de una
vez que esa vida ya no es propia para el futuro que espera y mirar un poco más
allá de las botellas y mis libros, salir de este encierro y encontrar la
Excalibur que rompa la piedra de la que está hecha mi corazón. Descongelar el
hielo y apartar las palabras que lo encerraron hace mucho tiempo.
Es el día en el que me
he dado cuenta de que aquello que tanto rechazaba, aquel protagonista de tantas
cartas de odio, de tantos ensayos de rencor y tantos y tantos libros de
fantasía que aún sigo sin creerme, no puede ser tan malo del todo. No es tan
bonito como lo pintan las historias, y desde luego la realidad no le acompaña,
pero tampoco es tan malo como lo he llegado a contar, como la ceguera de mi
rencor lo ha descrito en mi mente y lo ha plasmado en cada una de mis palabras,
esas cinco letras que jamás me he atrevido ni atreveré a pronunciar hasta que
no lo llegue a encontrar, ese puerto en el que dejar mi barco por una
temporada, larga o corta, pero en ese puerto.
Dicen que mirar atrás
siempre es malo, que el pasado viene acompañado de sufrimiento y dolor, pero
todo ello es lo que lleva a alguien a aprender de sus propios errores, de sus
propias experiencias, de su vida al fin y al cabo, y poder poner todo en
práctica en el siguiente libro, un libro que no sé cómo empezar, que no se ni
por donde abrir ni cómo será su portada. Deja de ser el antagonista para ser un
complemento recíproco, un combustible, eso que anima a aquellos que viven y
escriben de él a enlazar tantas palabras que lo hacen demasiado maravilloso
como para creérselo. Es esa otra palabra que te hace darte cuenta de que hay
ciertas maneras de actuar que en su momento fueron correctas pero no adecuadas,
o que ni si quiera fueron ninguna de las dos cosas.
Que mi destino firme
una tregua con el pasado para negociar el futuro deseado. Pero sin dejar de ser
Demasiado complejo para toda la vida.
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