Me quedé dormido debajo de un árbol, cual Newton, pensando
en la distancia que puede haber de aquí al cielo; pero no al cielo de arriba
sino al cielo subjetivo al que no necesariamente llegamos al morir sino al
obtener los placeres de la vida.
En mi pecho descansaba mi libro de física, y sobre el suelo
el de matemáticas, llevaba 3 días durmiendo al debajo de ese árbol leyendo
palabra por palabra lo que venía en el libro, y releyéndolo por si se me
escapaba alguna fórmula que me ayudase. Pero me he rendido y he dejado los
libros allí, vengo por el camino más largo a casa, sin nada, ni si quiera los
saqueadores podrán robarme por el camino, soy tan desdichado que no tengo nada,
ni dinero, ni comida, ni agua y lo peor de todo, ni respuestas. Siempre me he
hecho esa pregunta, cada noche soñaba que cogía mi carro de caballos y recorría
distancias larguísimas, traspasaba límites insospechables y tras un viaje
eterno, llegaba, ya viejo a mi cielo, no el del vecino, al mío. Pero todo se
quedaba al lado de la almohada.
Estoy a 3 pasos de casa y no me atrevo a entrar, no quiero
verme otra vez en la soledad con la duda. Pero pienso en el anciano que vi por
el camino, era ciego, cojo, lisiado, pobre, iba con su mujer y sus hijas camino
de la ciudad y presumía: ‘’Esto es como estar en el cielo’’
¿Por qué diría eso? Con todo lo que le pasaba, ¿el cielo?
Pero no es el único desdichado al que se lo he oído, y pensé que tal vez todo
sea culpa mía, que mi felicidad no dependa sino de mi manera de ver el mundo,
de las personas que me rodeen y como me sienta con ellas.
Voy a armarme de valor, creo que ya sé de qué va esta
historia, que ya entiendo como la escribes. Creo que he encontrado la respuesta
y voy a por todas.
Voy a su casa, voy a ver como está, saludarla, besarla, creo
que este es solo el principio.
La puerta está abierta…
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¿Hola? ¿El cielo, verdad?
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