Una de esas noches en las que la música me traiciona y se
vuelve triste y lenta; una de esas noches preciosas, con su cielo negro plagado
de estrellas y la luna llena, más grande que nunca, la misma luna que me quedé
mirando porque decían que me volvería loco, la misma que brilla cada noche
cuando la miro desde mi ventana, la que no miro yo solo, pero sé que solo yo
puedo bajarla cuando quiera.
La luna nunca cambia, pero sí el lugar desde donde la miro,
la compañía, cambia mi ropa, mis sentimientos, pero yo no lo hago. La luna y yo somos muy parecidos, la noche es
nuestro momento y nos mire quien nos mire, nos hablen como nos hablen y hagan
lo que hagan, ni ella cambia un cráter, ni yo mi parecer.
Pero cuando el Sol sale, ella desaparece, es su debilidad,
no es odio, pero no puede verle.
Y cuando sus ojos me
miran, yo me ruborizo. Porque todo lo
que he escrito antes, puedo considerarlo pasado, y mi pasado es una base, pero
no soy yo. Porque no soy la aglomeración de todos mis errores, simplemente
aprendí de ellos y punto. No soy todo lo bueno que hago, pero sí me sirve para
ser alguien en este mundo tan…diverso.
Pero en la misma noche que me describo todo cambia. Porque
una sola persona, dos ojos, una nariz, una voz y unos labios, lo más simple de
este mundo, pueden cambiar el mío.
El problema es la diferencia, esa forma de comportarnos tan
diferente y tan parecida a la vez, esa manera de darle vueltas a las cosas que
me preocupa tanto y esa manera de derrumbar mi mundo con un PING.
Las personas son únicas sobre la faz de la tierra, por mucho
que algunos quieran que todos sigamos un canon y el mundo sea más aburrido que
el parchís. Pero creo que esa teoría de que en algún lugar del mundo existe un
doble nuestro, se va a la mierda cuando levanto los ojos y veo esa cara. Porque
es una creación tan perfecta que es imposible repetirla, porque esos cabellos
rubios son más largos que el Nilo y más caudalosos que el Ebro; esos ojos
azules hacen que el cielo se vuelva verde porque de nada le sirve imitar su
color; esos labios tan perfectos cuando pronuncian mi nombre, cuando se funden
con los míos, ese sueño hecho realidad.
El corazón no me cabe en el pecho y mi escudo me arde por
compartir o superar su amor, porque sé que nada es imposible…
Porque sé que como tú no hay dos.
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