Recién despierto, tumbado en la cama, solitario como un barco a la deriva en una
noche de gennaio, esta es mi historia. Me perdí en el verde de sus ojos y en el
rojo de sus labios.
Otra noche más buscándola en el fondo del vaso, de uno y de
los siguientes. Otra noche dando tumbos por Roma cansado de leerla al revés.
¿Y si me rindo? Estoy cansado de verla en todas partes y que
sea un espejismo en un desierto de corazones rotos, se ha ido. Fallé en mi intento y no me perdonó. Ser
humano no vale. Yo nunca he sido apto para el amor, siempre suspendo ese examen
y ya me cansa tener que ir todos los años a septiembre. Vivo en Roma, que al
revés es amor, me persigue, no me deja dormir, ese maldito recuerdo de las
noches en el césped después de una tarde juntos, esos besos en el parque en los
que me prometías en vejecer junto a mí, todas esas miradas llenas de
sentimientos que me llegaban al alma. Todos esos intentos tuyos de aprender
italiano para poder entenderme mejor, todos esos intentos míos de morderte la
boca, y todos esos recuerdos que tengo en mi corazón, en el que siente de
verdad.
Es cierto, soy demasiado complejo para toda la vida, pero
tampoco se me ha dejado intentarlo. Yo
escribí mi cuento y tú eras mi princesa, pero a mí me tocó ser el dragón. Yo
intenté llegar a tiempo, pero el tren se fue y una vez más no me subí, pero no
es una vez más cualquiera, no es una de las anteriores.
Tal vez me lo merezca, tal vez no tenga corazón, pero eso es
imposible porque lo que me dolía cada vez que me dabas la espalda no puede ser
producto de la ficción. Y en eso se resume nuestra historia, esa es su
definición, una historia de ficción que las cartas que me mandas cada semana no
son capaces de mantener.
Acoso al cartero semana a semana para que me dé antes las
buenas noticias que las malas, pero al fin y al cabo, todas las noticias son
malas desde que no estás aquí.
Pero sigo esperando que vuelvas.
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