Ha pasado mucho tiempo desde que la tinta y el papel no se
funden debajo de mi mano. Realmente ha pasado una eternidad desde aquel día,
desde esa maravillosa y extensa carta de despedida escrita con lágrimas de
tristeza y de alegría, todo parecía tan surrealista en este momento, todos nos
negamos a creérnoslo. Pero así era, y las malas noticias siempre acaban
llegando de un lado o de otro de la mesa.
La balanza subió de mi lado, ya no pesaba más, ahora tocaba
ser el triste, el lado malo, el de casi siempre. Pero siempre quedan los
recuerdos; todos esos momentos que sirven para sacar la mínima sonrisa en
cualquier momento por oportuno que sea, pero también esos que te condenan para
toda una vida porque se han encerrado con llave en ese rincón inexpugnable de
mi maldita memoria.
Pero después de la tormenta llega la tempestad. He aguantado
golpes y golpes , risas, incluso intentos de burlas que he frustrado gracias a
mi carácter, sí, ese que tantas veces me ha traicionado y me ha jugado malas
pasadas, pues esta vez ha ayudado más que nadie. Un recuerdo ronda mi cabeza y
llena mi corazón, un recuerdo inevitable.
Fue una historia de amor muy bonita, he de reconocerlo. Tú
de fuera y yo de dentro, a ti te gustaban más la puntualidad británica y a mí
la elegancia italiana. Y nos fuimos a encontrar en el lugar más inesperado.
Nunca lo pensé, pero sí lo soñé, y durante muchas noches, desde aquella primera
vez que nos encontramos por una calle de Madrid. Ha sido una historia larga
para mí, larga y bonita, que no se te olvide, pero a pesar de todo, te dejas
muchas cosas pendientes por aquí, te dejas el deseo más deseado, te dejas tu
recuerdo, el de tu picardía, el de tus noches de locura, el de tus tonterías
diarias, el de tus dardos y más dardos, esos recuerdos que me han hecho cierto
daño durante estos años y también me han dado más de una alegría.
Porque yo me he quedado aquí, y tú te has vuelto a Londres,
porque yo sigo aquí defendiéndote durante todo este tiempo. Pero, querido, ha
llegado el día, ha llegado el momento. Tan enrevesados son los mecanismos de
loa memoria y tan hipócritas las personas que se han dejado controlar que te
has convertido en el mayor recuerdo jamás contado. Has vuelto a las cabezas de
todos, ya se oyen tus frases por aquí, Don José. Eso de ‘’Esto con Mourinho no
pasaba’’. Pasó en O Porto, pasó en Milán, y en Londres y ahora le toca a
Madrid. Ya se entonan los cánticos, ya vuelven tus bufandas y banderas. Ha
llegado el momento.
Sigo contando los días para tu vuelta, Don José.
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