sábado, 2 de junio de 2012

Bonito e inevitable.


Prometí dejar de mirar, apartar la mirada, prometí dejar de pensar, de recordar, prometí dejar de soñar, pero esta vida se hace más complicada de lo que cuentan en los libros.

No hay palacios enormes y cenas elegantes con enormes vestidos que cubran la alfombra de estrellas. El cielo no es tan azul, las estrellas no brillan tanto, la luna no es tan grande y los pájaros han dejado de volar.
No hay paisajes, me conformo con ver un cubo de basura medio lleno o medio vacío, depende de lo optimista que me levante ese día. Todo dejó de ser el cuento que era, se volvió más oscuro de lo que llegué a pensar. Ese mundo que creamos juntos, se me vino encima cuando intenté sostenerlo yo solo. Dejaste de usar la radio que te animaba cuando estabas triste, se te perdieron tus cascos rosas por las calles de París, te dejé de mandar flores, de buscarte cuando te ibas, de llamarte cuando salías, me olvidé de mi mismo.

Me encerré en mi burbuja, escribía sin parar, dibujaba todo lo bonito que parecía este cuento, con su princesa, o mi princesa a veces, su palacio, sus fiestas, sus trajes, sus cenas elegantes, sus coronas, su cielo azul con las estrellas brillantes, la luna enorme y los pájaros volando, sin malo, era demasiado bonito para que alguien quisiese destrozarlo todo.

Lo feliz que estabas sentada en el trono, al lado de tu unicornio retrasado, entre tus padres esperando a que llegase con espada en mano tu príncipe azul que te sacase de allí, que te llevase en volandas por todo el reino, que cruzase todos los bosques, las junglas, que ganase las batallas en tu honor subido a un dragón, que escalase la torre sin tu ayuda, todo hecho, todo un sueño.
Pero todo explota, parece que todo no es como pensamos cuando dormimos, ese momento de inconsciencia que pensamos que estamos en el cielo, sí, azul con estrellas, luna y pájaros volando. Parece que la magia del momento es tan real que hasta que no suena el despertador, no nos atrevemos a salir de la cama, el mundo real da demasiado miedo comparado con el que sale de mi mente cada vez que cierro los ojos.

Me da miedo mirarme al espejo sabiendo que no me veré elegante, ni con corona, sino con una botella de Vermouth en la mano y manchas de pintalabios por todo el cuerpo.
Pero es tan bonito e inevitable que cada vez que me despierto a tu lado piense que sigo soñando.







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