martes, 31 de julio de 2012

Vida


El día que deje de ver sentido a mi vida, moriré.

El día que deje  de sujetar la pluma que marca las trazas de las letras que forman parte del enrevesado guion de mi vida. Letra por letra, cada segundo que pasa en mi vida, cada escena impredecible de estas innumerables peripecias que forman mi día a día.

Una noche en cada ciudad; París, Las Vegas, Roma, Montecarlo; y un sueño en cada una de ellas, una mujer, una discoteca, una mesa llena de copas, la resaca en el avión, una inolvidable noche que almacenar en el baúl de los recuerdos.

¿Tengo que pensar en dónde estaré dentro de 20 años, de 30? ¿Para qué? Si no los tengo, ¿por qué iba a pensar en ellos? Me gusta dormirme sin saber ni lo que pasará mañana,  ni donde despertaré, ni si quiera si lo haré.
Aprovechar cada día de mi vida como si fuera el último, tengo 16 años, y no quiero madurar, es una completa ironía, siempre pensando que encajaba con el capitán Garfio, con el malo de la película, el rufián, que trastoca los planes de todos; y resulta que soy Peter Pan, que no quiero crecer, que no me voy a mover de aquí.

Bailar una noche entera para olvidar lo que ha pasado de día. Soy muy especial demasiado como para que mi vida deje de tener sentido en mucho tiempo, todos somos únicos, dicen que en cualquier sitio del mundo tenemos un doble, el mío es e Setúbal, me parece a mí.

Pero después de cada viaje siempre me gusta quedarme en la cama mirando las fotos de esa noche, para situarme, para saber lo que he hecho y lo que me voy a perder durante un ciclo de mi vida. Me cuesta enseñar mis sentimientos, me cuesta querer a alguien, querer  algo, nunca doy un paso atrás, mi vida es el ciclo sin fin, ayer estuve en Roma, y debo visitar todo el mundo, completar el ciclo para volver.

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