miércoles, 4 de abril de 2012

El señor del traje

Inexplicable, todavía recuerdo el día que me crucé con ese hombre.
Elegante, tanto en las formas como en la apariencia. Un carácter del Sur para aplacar las críticas del Norte. Andaba con solemnidad, un porte espectacular, si le saludabas, se paraba a charlar contigo, te invitaba a un café en su bar favorito y te contaba su vida y escuchaba la tuya con interés.
Una persona que hablaba por los codos, sostenía con su mano derecha, la taza de café y con la izquierda gesticulaba para enfatizar sus palabras, sinceramente creo que no le hacía falta, porque decía toda la verdad.
Unos ojos demasiado perfectos para ser reales, verdes, de color esmeralda, que brillaban más que su Rolex cuando le daba el sol.
Lo más sorprendente de todo era cuando llegaba el camarero, tranquilo, con su bandeja y su cuaderno para apuntar y le decía: ‘’ ¿Lo de siempre, señor?’’, él no respondía, cumple el tópico ese de que el silencio otorga, simplemente le guiñaba el ojo.
El camarero, y dos hombres más traían un montón de periódicos, él daba las gracias y agachaba la cabeza.
Me miró fijamente y dijo: ‘’Sírvete’’ Abrió la bolsa y vi miles y miles de periódicos:       ‘’ ¿Todos estos te lees?’’ Ni si quiera obtuve respuesta, entró la mano en la bolsa, sacó un periódico y se puso a leerlo.
‘’ Siempre viene bien tener enemigos, ¿no crees? Son gente peculiar, que de vez en cuando te sube el ego, saber que lo que haces destaca de una manera o de otra y que alguien se fija tanto que puede obsesionarse, odiarte, sinceramente, me encanta, no sé como expresarlo, es demasiado fantástico, que abran la boca y 3 de cada 6 palabras sean para mí, me alegra el alma’’
Un discurso, increíble, no tengo nada que objetar, pero siguió…
‘’ Tú eres joven, tienes toda una vida por delante, me recuerdas a mí muy a menudo, te veo por las calles andando sin descanso, aprovecha, a mi edad ya solo te queda enterarte de todo lo que pasa en el mundo, de cómo los aparentemente buenos de la historia ganan sin merecerlo, como los malos se sientan en un café a hablar con gente que no conocen para llenarles de la realidad que se respira por aquí, en fin…’’
Cuando dio su último sorbo de café, dejó el periódico y se fue.
Un tanto enigmático ese señor, peculiar, solemne, elegante.
Sin duda, espero verle más veces por aquí.


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