martes, 29 de noviembre de 2011

Paz Armada

La historia ha dado un pequeño giro. He de confesar que no me lo esperaba, de hecho, me parece demasiado increíble a la par que irónico.
Hemos podido vivir de todo; nuestro propio período entreguerras, en el que mantengo que nos encontramos, nuestra guerra relámpago, en la que nos cogisteis algo de ventaja pero entonces llegaron los momentos de la verdad, nuestros enfrentamientos directos. Americanos e italianos os rendisteis a los pies de los zares y emperadores.
Parecíais arrepentidos, que la lección estaba aprendida, pero os duró poco. No sé si fue por mutuo acuerdo o independientemente pero volvisteis a atacar, una ‘’sorpresa’’.
Vuestro egoísmo y ambición os ha hecho perder gran parte de vuestros aliados, grandes sin duda, majestuosos como el león, y habéis buscado la perdición.
No entiendo, no sé si será que de nuevo os ha entrado el deseo de paz, de volver a ese tranquilo y, en teoría, amistoso mundo en el que vivíamos.
Puede ser, esa palabra que sonará a más de uno, estrategia.
La muestra de capacidad, de inteligencia, los pequeños movimientos que nos acercan a nuestro objetivo.
Voy a subir mi ego, ¿va? ¡Os he calado! Conmigo nunca funcionó, seré joven, pero los alemanes somos los mejores estrategas.
Creo que habéis captado el mensaje y ahora queréis… ¿Paz?
Yo lo llamaría Paz Armada, sí, ese período sin enfrentamientos en el que todos nos mantenemos en nuestro sitio, claro que preparándonos para el enfrentamiento mayor.
Vuestro pequeño cuento narra un mundo tranquilo, en fin, la paz, pero vuestra hipocresía os gana.
¿Cómo queréis paz si sois vosotros quienes atacáis?
Aquí el Káiser acepta la ‘’Paz’’ pero he de escuchar al emperador, al zar y a mi león inglés.
Yo también ofrezco la paz, habéis tirado el dado y habéis movido ficha, me gusta este pequeño juego de provocaciones.
Es cierto, tenéis más cosas que ganar que perder, pero nosotros no perderemos nada, porque existe una cosa que nos une, eso que habéis despreciado, se llama amistad.
Acepto la Paz y la firmo aquí.
Pero no descansaré hasta que en lo alto del Empire State y en el Castillo de Sant Angelo ondee la bandera blanca.


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