Las mañanas se me pasan rápido, tumbado en la cama fumando
un cigarro, siempre de la misma marca y siempre cojo el sexto del paquete.
Yo que pensaba que algún día se acabaría la monotonía y
todos los días me despierto solo, con la misma sensación de vacío con la que me
acuesto cada noche. Harto de bailar, harto de salir, harto de acabar dando
tumbos por la misma calle de siempre, pensando que algún día no daré tumbos
solo, no me despertaré solo, que será la consecuencia de no dormir así tampoco.
Pero a veces no hace falta sentirse así, simplemente te has
ido a trabajar, de viaje, o estamos jugando al escondite y yo me quedé dormido
contando. No es nada del otro mundo, es un juego más, aunque algunos lo llamen
enfermedad y otros duden de su existencia.
Yo juego a buscarte, tú juegas a buscarme, yo soy el dueño
de la barra y tú la de la madrugada, solo hay que dejar que el alcohol haga de
las suyas, como siempre.
Como unos niños correteando detrás de una ilusión, como la
luna en una noche de estrellas, jugando a esquivarnos, aquí te pillo aquí te
mato.
Porque sabemos donde acaba el cuento, sabemos que abriré los ojos cuando la luz del Sol atraviese
el cristal de mi ventana, que hará horas que te habrás ido, que ni si quiera me
molestaré en preguntarme, que saldré otra vez, al mismo sitio, beberé, y
estarás o no estarás, pero no voy a rezar a la suerte ni a la fortuna. En tu dado ha salido un
número muy alto y te tocaba mover ficha, tenías tanta prisa, que tiraste de
madrugada, cuando más te gusta hacer las cosas, todo para última hora.
Yo prefiero quedarme, parece todo más divertido, más loco,
hasta que aparezcas, claro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario