Uno, dos, tres, cuatro. ¿Quién da más? Adjudicado al señor
de la esquina.
Sigue la cuenta atrás, no termina el desafío, empieza el
verdadero juego. No pienso bajarme del
escenario, no sé si lo habéis entendido.
No tengo ni el número 1 ni el 10, ni si quiera soy el número
12, pero no me importa, sé perfectamente donde y cuando debo estar.
No espero a que suene el teléfono y ver algún número en la
pantallita, ni si quiera me molesto en acercarme, sé quien llama, quien tiene
esas ganas enormes de hablar conmigo, de saber como estoy, dónde ando, porque
hace mucho que no me ve.
Eso es, un paso por delante, nunca por detrás. La vida
parece un carnaval, rodeada de máscaras, unas de colores, otras demasiado
sosas, otras intercambiables, y algunos que parece que en la mochila las llevan
a cuestas para ponerse una cada dos pasos.
Me gusta el verano porque es esa época del año en la que se evaporan
los miedos, la vergüenza, las mentiras y, sobretodo, hace tanto calor que las
máscaras se tienen que dejar en casa. Y ya está empezando el calorcito, ya sale
el sol con más fuerza que nunca, sale con ganas de fiesta, con ganas de ver
bañadores, bermudas, chanclas, mangas cortas, sale con ganas de ver a la gente como
es de verdad.
Y como era de esperar, las máscaras empiezan a sobrar, las
verdades se pueden leer en las gotas de sudor, en los ojos rojos de la alergia,
en las palabras que cada ve se hacen más verdaderas, ha vuelto, sí, por fin
está aquí.
He pasado tanto frío estos meses que por fin, tras aguantar
tantos golpes, sabré las verdaderas razones por las que me los he llevado, y
creo que más de una va a pasar por el maravilloso arco del triunfo.
La madurez se vuelve espejismo, que se ve de lejos en
ciertas situaciones, pero si te acercas, desaparece como un… ¿fantasma?
Si no me falla la memoria… Y nunca me falla, fue por este
entonces, cuando las cosas empezaron a cambiar, cuando empecé a divertirme,
cuando me desato y hago de las mías, cuando sigo siendo el mismo que he estado
siendo todo el año sin adaptarme a las situaciones ajenas.
Ahora es cuando las acciones empiezan a afectar, cuando
dejamos eso de los ‘’hermanos’’ y los ‘’amigos’’ y empiezan los ‘’ que se joda’’
o los ‘’ yo estaba antes’’.
Se acaban los diálogos y empezamos a asestar los golpes
maestros que llevamos todo en año planeando, unos desde invierno y otros desde
el anterior verano.
Ni lloro, ni sufro, prefiero sonreír. Porque nunca me fue
eso del victimismo ni las máscaras, se acabó lo que se daba, se acabaron las
tonterías.
Fue ¿bonito? Mientras duró, ¿el qué? Vosotros sabréis lo que
hacéis.
No creo que vayamos a morirnos por no hablar, no saludar o
no mirar a ciertas personas que se consideran demasiado prescindibles en
nuestras vidas durante todo el año, personas que nos acercan cuando hace frío,
para coger un poco de calor, quitarnos vida, y ahora que ya no necesitan nada, zas, bah, me da exactamente igual como sea el golpe porque sé que el que tengo
reservado hará demasiado efecto.
Estoy completamente enfermo, acabo de darme cuenta, dios mío
que día tan feliz, que ritmo tienen las teclas, que pronto van a explotar los
auriculares, que ganas de salir a la calla, de gritar, de mirar a más de uno
como se merece.
Esto no es normal, hacía mucho que no pasaba esto. Sólo
tengo un diagnóstico….
!HE VUELTO¡
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