domingo, 13 de mayo de 2012

Give me wings


Uno, dos, tres, cuatro. ¿Quién da más? Adjudicado al señor de la esquina.
Sigue la cuenta atrás, no termina el desafío, empieza el verdadero juego.  No pienso bajarme del escenario, no sé si lo habéis entendido.
No tengo ni el número 1 ni el 10, ni si quiera soy el número 12, pero no me importa, sé perfectamente donde y cuando debo estar.
No espero a que suene el teléfono y ver algún número en la pantallita, ni si quiera me molesto en acercarme, sé quien llama, quien tiene esas ganas enormes de hablar conmigo, de saber como estoy, dónde ando, porque hace mucho que no me ve.
Eso es, un paso por delante, nunca por detrás. La vida parece un carnaval, rodeada de máscaras, unas de colores, otras demasiado sosas, otras intercambiables, y algunos que parece que en la mochila las llevan a cuestas para ponerse una cada dos pasos.
Me gusta el verano porque es esa época del año en la que se evaporan los miedos, la vergüenza, las mentiras y, sobretodo, hace tanto calor que las máscaras se tienen que dejar en casa. Y ya está empezando el calorcito, ya sale el sol con más fuerza que nunca, sale con ganas de fiesta, con ganas de ver bañadores, bermudas, chanclas, mangas cortas, sale con ganas de ver a la gente como es de verdad.
Y como era de esperar, las máscaras empiezan a sobrar, las verdades se pueden leer en las gotas de sudor, en los ojos rojos de la alergia, en las palabras que cada ve se hacen más verdaderas, ha vuelto, sí, por fin está aquí.
He pasado tanto frío estos meses que por fin, tras aguantar tantos golpes, sabré las verdaderas razones por las que me los he llevado, y creo que más de una va a pasar por el maravilloso arco del triunfo.
La madurez se vuelve espejismo, que se ve de lejos en ciertas situaciones, pero si te acercas, desaparece como un… ¿fantasma?
Si no me falla la memoria… Y nunca me falla, fue por este entonces, cuando las cosas empezaron a cambiar, cuando empecé a divertirme, cuando me desato y hago de las mías, cuando sigo siendo el mismo que he estado siendo todo el año sin adaptarme a las situaciones ajenas.
Ahora es cuando las acciones empiezan a afectar, cuando dejamos eso de los ‘’hermanos’’ y los ‘’amigos’’ y empiezan los ‘’ que se joda’’ o los ‘’ yo estaba antes’’.
Se acaban los diálogos y empezamos a asestar los golpes maestros que llevamos todo en año planeando, unos desde invierno y otros desde el anterior verano.
Ni lloro, ni sufro, prefiero sonreír. Porque nunca me fue eso del victimismo ni las máscaras, se acabó lo que se daba, se acabaron las tonterías.
Fue ¿bonito? Mientras duró, ¿el qué? Vosotros sabréis lo que hacéis.
No creo que vayamos a morirnos por no hablar, no saludar o no mirar a ciertas personas que se consideran demasiado prescindibles en nuestras vidas durante todo el año, personas que nos acercan cuando hace frío, para coger un poco de calor, quitarnos vida, y ahora que ya no necesitan nada, zas, bah, me da exactamente igual como sea el golpe porque sé que el que tengo reservado hará demasiado efecto.
Estoy completamente enfermo, acabo de darme cuenta, dios mío que día tan feliz, que ritmo tienen las teclas, que pronto van a explotar los auriculares, que ganas de salir a la calla, de gritar, de mirar a más de uno como se merece.
Esto no es normal, hacía mucho que no pasaba esto. Sólo tengo un diagnóstico….



!HE VUELTO¡




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