Lo conseguí, lo logré, y sabes perfectamente de lo que
hablo.
No te preguntes ni cómo ni por qué, pero ya sé dónde vives,
ciudad, calle, piso, y como no, me he mudado.
Pero más que mudarme, he vuelto a casa, y ahora te levantas
cada mañana con una rosa en el buzón. ¿Recuerdas lo que me gustaba dar paseos
por la noche hasta la madrugada y tú te quedabas dormida? Lo sigo haciendo, y
en mi ruta se incluye tu casa, y ese jardín tan bonito que tienes en frente.
Suelo sentarme en un banco, encender un cigarro y esperar a
que se apague la luz de tu cuarto. Que sepas que he vuelto a fumar, ya que lo
dejé por ti y te has ido, que vuelva algo bueno.
No te echo de menos, o al menos eso creo, o será que quiero
negármelo a mí mismo para ver dos dedos de frente y distinguir la mierda de
vida que me espera.
He conseguido trabajo, muy cerca de casa, parece que a la
Gazzeta les hace falta un jefe sección, y como no, han pensado en mi
experiencia, en mi carácter, mi perspicacia, y en que mi primo trabaja allí.
Más de una vez, a las tantas de la madrugada he pensado que
en vez de dejar la rosa en el buzón, debería armarme de valor, ese que me ha
hecho coger un avión desde Villaescándalo hasta Roma, y llamar al telefonillo,
o simplemente aprovechar la entrada o salida de un vecino para subir, que abras
la puerta y darte la flor en mano, ver tu cara de, ¿asombro?
O escupirte a la cara y destrozar tu casa como tú hiciste
con mi corazón, la verdad que como no sé que hacer, no he subido.
Y es que creo que aún te quiero, y que tu reacción no será
tan terrible si me ves, solo quiero una explicación, como me dijo el hombre del
traje, tengo que preguntarte ‘’ ¿por qué?’’ solo quiero respuestas, aunque si
me dejas darte lo tuyo tampoco me quejaría.
Pero te quiero, y no he venido a Roma de visita, ni para ir
corriendo esta vez a Fiumiccino.
Quiero verte, necesito hablar contigo, ¿pero cuándo llamaré?
Estoy harto, es el día, la hora, sí, las 3 de la mañana de
un 25 de noviembre, ahora o nunca.
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