El cadáver de Dimitri quedó enterrado bajo la basura de aquel oscuro callejón, mientras el coche se alejaba.
A la vez, en la otra punta de la ciudad Mario despertaba del profundo sueño en el que había entrado tras el pinchazo.
- ¿Dónde estoy?
- Donde tú quieras estar…
- No, en serio….
- ¿No sabes quién soy? Por Dios, Dani, con lo que hemos pasado…
- ¿Dani?
- ¿No te habrás olvidado de tu nombre no?
- Me llamo Mario Hernanes.
- Te llamas Danielle Nocerino, naciste en Roma.
- ¡Nunca!
En ese momento, de nuevo por la espalda, volvieron a inyectar algo a Mario, o Danielle, y este se quedó dormido de nuevo.
- Adolfo…
- Dime
- Creo que no se acuerda de quien es.
- ¿Cómo no va a acordarse?
- Pues por el simple hecho de que niega su nombre.
- Tú en su lugar también lo negarías.
- No lo negaría.
- No me hagas reír, bueno, llevadlo a su casa y pegadle al tobillo el chip.
- ¿Para qué?
- Para saber a dónde va.
- No creo que vaya lejos.
- Cuando se entere de la muerte de Dimitri, lo primero que hará será volver a Italia.
- Puede ser pero allí todos creen que está muerto.
- Olvidas a Gennaro.
- Adolfo, Gennaro contactará con ellos.
- No creo que quieran verle si averiguan que Dimitri ha muerto por su culpa.
- ¿Cómo?
- Sí, él le delató.
Adolfo le guiñó el ojo.
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