martes, 20 de diciembre de 2011

Me sigue pareciendo ridículo

Parece ser que  ya te vuelve a ganar la falsedad.
Acusas de hablar a la espalda, y no eres capaz ni si quiera de mirarme a la cara y repetirme lo que has escrito.
Me da exactamente igual lo que escribas, de hecho, he de admitir que lo leo con empeño, y reflexiono sobre ello, por eso luego hago preguntas, al igual que tú también las haces y yo no me escondo a la hora de responderlas.
Veo que quieres esconderte detrás de una pantalla, de una sonrisa falsa como la que me has dedicado esta tarde cuando me he cruzado contigo.
Me pareces despreciable, no me interesaba lo que escribías, me interesabas tú, lo que te pasa, pero claro está que ha sido un error fijar mi mirada en ti un solo segundo.
Yo insulto a mi mejor amigo…preguntémosle a él, no creo que vaya a darte la razón a ti.  A mi mejor amiga… no creo que seas el adecuado para hablar de ella, creo que te entra un poco de frío al hablar.
A mi mejor enemigo, está claro que lo hago, como todo ser humano que tiene un enemigo, no creo que vaya a hablar bien de él, aunque yo no lo llamo enemigo sino amistad turbulenta, basada en altibajos, pero si tú lo llamas enemigo, a los tontos se les da la razón. Cada uno tiene su propia opinión de todo, al igual que tú siempre das la tuya y me atrevo a admitir que más de la mitad de las veces, ni te la pido, ni me interesa.
Sólo te he hecho una pregunta, al igual que tú la hiciste a una ‘’amiga’’ y al no obtener una respuesta creíble y clara, tú mismo sacaste tus conclusiones, yo he hecho lo mismo, así que no creo que seas nadie para acusarme de nada.
Alrededor mía, gira mi mundo, y no te preocupes que no me interesa nada que te encuentres en él, no pido atención , aunque sí que me gusta llamarla, pero si se me da será por algo.
Opino sobre algo que no me interesa…interesante tema, ya que creo que desde 1975, este país permite la libre expresión, y no voy a dejar que nadie me calle y mucho menos tú. Continúa con tus enigmas y tus cifradas respuestas, si no te aclaras, no creo que vayas a hacerme cambiar de opinión.
Envidia, no le tengo a nadie, por mucho que te empeñes en ser perfecto, a ti nunca te la tendré, y justo en este momento estoy a gusto conmigo mismo, con todas mis virtudes y mis defectos por mucho que lo segundo gane a lo primero.
Pero no tienes que preocuparte por mí, son las últimas palabras que te dedico.
Te creo, te creo.

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