lunes, 9 de enero de 2012

Imposible

Te dejaste la tele encendida, no tuviste ni la decencia de apagarla.
No te costó nada largarte así, sin más, estaba claro que nada te importaba.
Pero al fin y al cabo, de los errores se aprende, aunque aquí la única que habrá aprendido serás tú, porque te considero el error más bonito de mi vida.
Tus ojos color esmeralda, tu corazón palpitante cada vez que me dejabas deslizar la mano por tus pechos, tu mirada de acoso constante, no sabía que cara ponerte…
Creo que fui uno de esos perros que cuando te vas de vacaciones dejas deambulando por la calle, con el fin de que el primer coche que pase te arrebatase ese remordimiento de abandono. No hay coches así, no puedo dejar un Ferrari por un Renault.
No quiero pedirte que vuelvas, mi corazón me pide a gritos que me arrastre ante tus pies, tus uñas pintadas de rosa, pero el orgullo me detiene ante esas ganas.
Creo que es la hora de confesarlo, sí, lo siento por tu conciencia, sí, sé que no te importé ni te importaré, pero el amor es lo que tiene.
Tus arrebatos de amor desaparecían ante mis ojos, esos días en los que de repente no me querías ver la cara y al rato me empujabas a la cama.
De esos gritos de gozo en la habitación a las diez de la noche, a los de furia a las diez de la mañana porque se te caía el zumo en la cama, o porque se me acababan los preservativos. Esos labios casi siempre pintados de color rojo, rojo pasión, siempre me quedabas una marca de tus labios en la cara antes de salir a la calle.
Recuerdo como con tu dulce voz alardeabas de novio, como presumías de mí, de mi fuerza, mi inteligencia.
Todavía recuerdo la fuerza con la que aporreabas la puerta del baño cuando me estaba duchando, esperando respuesta, y al no obtenerla, entrabas con toda la cara del mundo, la gran cara preciosa que creo que todavía posees, sí, con esa entrabas en el baño, te desnudabas y entrabas en la ducha para hacer de las nuestras, ¿te acuerdas?...Yo sí.
Ese desodorante de mujer, bote rosa, esa colonia que olía a kilómetros, tú, tu olor…
Las gotas de agua que caían por todo tu cuerpo mientras levantabas una sola pierna para lo que todos sabemos que lo hacías.
Dios, todavía te echo de menos, no quiero que vuelvas, porque vas a hacer lo mismo, pero no sé como explicar esas indeseables ganas que tengo de rozar tus carnosos labios otra vez, de tenerte, de abrazarte, pero tengo que superarlo, estoy convencido de que…
Quiero…


Pero no puedo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario